Estamos en territorio desconocido.
Nunca nadie, en ninguna parte, había vivido en un escenario como el actual, con ocasión de la crisis ocasionada por el coronavirus, sus efectos en la salud pública, quizás, por razones obvias, más estudiados aunque aún llenos de interrogantes, y sus consecuencias sobre la economía, donde la incertidumbre es todavía mayor.
Algunas pocas cosas están claras: el virus fue descubierto en China, en Wuhan, en noviembre del 2019 (por eso el Covid 19).
Las autoridades chinas no le dieron importancia, pero el 31 de diciembre, ante el crecimiento de los enfermos, hicieron pública su existencia.
El 14 de enero la OMS, siguiendo un “estudio” publicado por el Partido Comunista de China, publicó un trino que decía que “no han encontrado evidencia clara de transmisión entre humanos del nuevo coronavirus”.
Un error descomunal. En Europa los agarró la temporada turística de fin de año sin información confiable y, llenos de chinos que tampoco sabían del virus porque su gobierno había silenciado el problema, el virus se expandió sin control, en especial en Italia, España y Francia.
Como todos los coronavirus, causa infecciones respiratorias que, en los enfermos más graves, genera neumonía o síndrome respiratorio agudo severo, y puede causar la muerte.
Algunas personas se afectan pero no desarrollan síntomas, un 80% se recupera sin ningún tratamiento especial, un 15% se enferma gravemente y, en las cifras actuales, algo más del 4% muere, la mayoría mayores de sesenta años o con preexistencia médicas de hipertensión, diabetes o enfermedades cardiacas.
Cuando escribo hay 263.804 casos reportados y 11.123 muertos.
Sabemos también que el Covid 19 se contrae a través de las gotículas de la nariz o la boca por contacto directo con un enfermo o con los objetos que han tocado.
Por eso hay que mantenerse a más de un metro de los otros y lavarse las manos bien y frecuentemente. Es la razón por la cual es indispensable el distanciamiento social.
Tienen razón quienes sostienen que será la solidaridad la que pueda derrotar al coronavirus. La solidaridad y la disciplina social.
Es esa quizás la razón que explica, al menos en parte, que en países como Hong Kong, Singapur y Japón, la contención haya sido adecuada. Más allá de la ley, los ciudadanos cumplieron con juicio y disciplina las instrucciones de alejamiento y limpieza.
El eventual colapso del sistema de salud es un punto de quiebre y por eso tiene sentido el aislamiento obligatorio ordenado por el presidente Duque. Es lo que explica que en Italia haya hoy más muertos que en China, con la mitad de infectados. Y es el camino de España, con la cuarta parte de enfermos que en el país oriental. Los infectados inundaron las clínicas, las camas del sistema hospitalario y de cuidados intensivos fueron insuficientes, parte del personal médico y sanitario enfermó y los demás están sobrepasados y agotados, y entraron a una medicina de guerra donde los doctores deben escoger entre quien vive y quien no.
Evitar ese colapso tiene que ser nuestro principal objetivo. En el 2018 Colombia tenía apenas 15 camas hospitalarias por diez mil habitantes, la mitad de las de España y aún menos que las de Italia (34). Tenemos 20,8 médicos por cada diez mil habitantes, cifras 2017, muy por debajo del promedio de 29 de la OCDE y la mitad que en Italia o España. Sin embargo, el déficit de enfermeras es enorme: apenas 12,6 enfermeras por diez mil, muy por debajo de las 47 de América Latina y de las 80 de la OCDE. Así que una de las tareas claves será proteger a nuestro personal médico y sanitario. Hay que desarrollar de manera acelerada un plan de contingencia hospitalaria, en hoteles y hospitales de campaña. Y es el momento para agilizar la homologación del personal médico y sanitario venezolano que está en nuestro país. Así resolveremos al mismo tiempo la tragedia humanitaria de quienes tuvieron que huir y aumentamos de manera importante el personal sanitario disponible para la emergencia.
Los informales, el empleo, la economía toda sufrirán un fuerte golpe. Será motivo de próxima columna.
