A raíz de los hechos en París y Bamako vuelve a la escena la expresión “terrorismo” y cómo combatirlo, y como estamos en medio de la discusión del proceso de paz, un sector del país equipara la actividad de los yihadistas con la de las Farc para restarle validez al tema de La Habana.
Pero son dos temas diferentes. Primero, hay teorías acerca de si el hombre por naturaleza es pacífico (Locke o Rousseau) o violento (Hobbes) y la historia confirma que no hay duda de lo segundo.
Las dos religiones monoteístas predominantes hoy, el cristianismo y el islamismo, con alrededor de cuatro mil millones de creyentes ambas, entre cerca de siete mil trescientos millones de personas que habitamos este planeta insignificante y extraviado entre millones de galaxias, predican la paz y el amor fraternal, pero después de algo más de dos mil años no se ve paz global ni mucha fraternidad, por el contrario, ya hay tambores que anuncian la tercera guerra mundial.
Segundo, el terrorismo o la violencia despiadada, ha existido siempre. Ni qué hablar de la antropofagia en la prehistoria.
O cuando en el imperio romano politeísta irrumpió la idea de un solo dios, fue considerado un discurso subversivo y los cristianos primitivos fueron perseguidos y objeto de sangrientas y despiadadas persecuciones hasta que en el año 312 Constantino reconoció al cristianismo como religión oficial del imperio.
En el año 630 luego de una guerra abierta entre tribus árabes, Mahoma entró en La Meca triunfante y se inició una ola de conversión que no se detiene.
Las cruzadas promovidas por los papas contra los musulmanes entre 1100 y 1290 para imponer el cristianismo en oriente medio, fueron incursiones terribles.
El oscurantismo de la edad media significó el silenciamiento de todo lo que pareciera científico y fue atrozmente castigado como herejía desde el estado (Galileo, Giordano Bruno).
La revolución francesa fue violenta y lo fue para reinstalar a la razón como suprema medida de la inteligencia humana, así suene paradójico y contradictorio.
La colonización y conquista en el norte y el sur de América no fueron procesos “a las buenas”. Y todas las revoluciones de izquierdas y derechas y guerras del siglo 20 incluyeron el terror.
Tercero, según esa historia el terror siempre ha resultado justificado para quien lo inflige e injustificado para quien lo recibe.
¿Se justificaron las cruzadas, la inquisición, el stalinismo, el nazismo, las dictaduras latinoamericanas?
¿Se justifica la violencia de las Farc en los últimos 50 años, los ataques de los yihadistas?
Nunca se justificarían, pero justificar ha sido fácil para los atacantes, invocan a dios o la justicia, lo difícil ha sido entender la causa de los actos violentos en determinados momentos de los procesos sociales.
Es el tema de La Habana, entender las causas del conflicto para definir si somos capaces de superar la violencia que sería lo razonable.
Pero las causas del problema colombiano son diferentes a las del yihadismo que nació hace menos de 5 años. Comprender el origen de las enfermedades, diagnosticarlas acertadamente y tratarlas es inteligente, pero ni los métodos ni las soluciones son universales, similar a lo que ocurre en los procesos judiciales de orden criminal: investigar cada caso y aplicar la solución justa es algo único. Ya se sabe que la violencia institucionalizada como única respuesta a lo ocurrido en Paris y Bamako, no va a acabar con el terrorismo yihadista sino que simultáneamente se precisa de una acción política internacional concertada y acertada, pues aunque los conflictos sociales se cocinen con religión y violencia, el fondo de las disputas es de contenido económico.