El derecho de voto de las mujeres, y el derecho político y constitucional a elegir y ser elegidas no son conceptos novedosos dentro de las sociedades. La legislación internacional reconoció el sufragio femenino mediante una comisión en la ONU en 1948, y la colombiana dispuso que desde 1958 la mujer podría ejercer el derecho. Sin embargo, vemos que a nivel de participación femenina e igualdad de género en términos laborales y salariales, América Latina está muy por debajo en comparación con algunas regiones del mundo.
Países como Suecia, Noruega y Dinamarca han logrado condiciones óptimas para el desarrollo integral de la mujer; a la vez que otros, más grandes y con más potencial económico, como Estados Unidos, todavía luchan porque la mujer cuente con derechos plenos y sobre todo, con borrar las huellas del machismo, las cuales le impiden a algunos admitir las capacidades y experiencia de Hillary Clinton para manejar un país con trescientos veinte millones de habitantes; de las cuales más de la mitad son mujeres (54% según datos de la CIA).
En las primarias, los Supertuesdays (Super martes) le han dado la victoria como precandidata frente a Bernie Sanders en siete estados: Alabama, Arkansas, Georgia, Massachussets, Tennesse, Texas y Virginia. Los mismos estados, excepto Vermont, que ha ganado Donald Trump. Este triunfo se debe a varias cosas: Primero, su discurso de continuación del legado Obama. Segundo, sus amplios conocimientos en temas de salud y política exterior.
Sin embargo, hay dos segmentos de votantes que son vitales dentro de la campaña presidencial de Estados Unidos a los cuales la ex Secretaria de Estado no ha podido convencer: Los jóvenes y las mujeres. En cuanto a los jóvenes, Hillary se ve en desventaja debido al poco interés que muestra por la crisis de Wall Street, escándalo por el que no ha habido ninguna condena, el cual deja ver sus efectos aún hoy. La segunda razón por la que la candidata no mueve masas jóvenes es que no presta atención a la preocupación de estos por lo que podría ser el fin del ‘sueño americano’.
Sobre su otro segmento de votantes, las mujeres, sobre todo las jóvenes, es claro que para ellas Hillary no es una feminista como se autoproclama. La mayor crítica que le hacen las jóvenes tiene que ver con la defensa que ha promovido Hillary sobre las políticas intervencionistas militares en Iraq, Afganistán, Libia y Siria. Dicen que si apoya este tipo de actividades no puede ser feminista porque no está pensando en la suerte que correrán las mujeres de estos territorios en tiempos de guerra.
A pesar de esto, creo que la sociedad estadounidense debería hacer un sacrificio por destruir el arquetipo tradicional del hombre como comandante en jefe. Además, si se piensa en la elección general de noviembre, si Hillary llegase a ser la candidata del partido demócrata, es obvio que obtendría la victoria, en tanto que los candidatos del partido republicano se oponen radicalmente a la mayoría de valores y objetivos claves de las feministas.
No obstante, si llegase a ser elegida tendría que vincular las causas feministas a su política exterior. Uno de los problemas a los que deberá enfrentarse Hillary en caso de ser electa es el asunto en Medio Oriente, y sobre todo, la situación de las mujeres y niñas en Iraq que son secuestradas por Estado Islámico (EI). Como feminista que se proclama, deberá encargarse de este tema. Además, deberá emprender una lucha global contra la violencia hacia la mujer y promover programas orientados a reducir los casos de asesinatos de mujeres por parte de su pareja, las cifras del tráfico de mujeres y las violaciones sistematizadas propias de las dinámicas de las guerras. Si quiere empoderar su lema: “El lugar de una mujer es en la Casa Blanca”, y no en la cocina como muchos quisieran, tiene que arriesgarse y abanderar luchas contra la ablación y otras formas de violencia que se imponen contra las mujeres desde que son niñas.
Los casos de Nadia Murad (secuestrada y violada por EI), Ahed Tamimi (activista palestina) y las jóvenes argentinas en territorio ecuatoriano no pueden ser solamente ejemplos para el consumo masivo de medios de comunicación. Por el contrario, deben ser el origen de programas políticos y judiciales que brinden mayores garantías a las mujeres víctimas de violencia física y sexual.
En Cúcuta y Norte de Santander debemos volver a examinar la situación de la mujer, como sujeto de derechos e individuo político, teniendo en cuenta los matices del rol de la mujer como política en nuestro territorio: a veces títere, a veces carne de cañón, a veces honesta pero con bajo nivel educativo, y a veces corrupta pero experta en los temas del país. Teniendo en cuenta la participación femenina en Cúcuta y Norte de Santander, ¿qué debemos hacer los cucuteños?, ¿cómo podemos exigirle a estas mujeres? ¿Cómo podemos apoyar a estas mujeres para que hagan un buen trabajo en sus distintos roles? Preguntas que debemos formularnos si queremos tener una sociedad representada en todos sus segmentos.