Me impacta profundamente, que, en la época más tecnológica del ser humano, la actual, que supondría una gran tendencia al racionalismo, nos movamos entre la magia y los fundamentalismos. ¿Qué podría explicar esta aparente paradoja?.
Antes de tratar de aventurar una explicación, quiero explicar en que observamos la magia, ya que el fundamentalismo es mejor conocido. El regreso del cristianismo mágico, que tuvo su esplendor en la edad media, una era irracional, cuando la fe religiosa se trastocó en magia; época donde proliferaron las reliquias milagrosas, algunas de las cuales se pueden ver todavía en Europa, que incluían maná caído del cielo, el zapato de Nuestro Señor, sus pañales, sangre y agua de su costado, pan procedente de la Comida de los Cinco Mil y la última cena, el velo y la mortaja de Verónica, los cabellos, la cama y el cinturón de Nuestra Señora, las varas de Moisés y Aarón, entre otras muchas.
Había varias cabezas del Bautista o astillas de la cruz para hacer un bosque, todo lo cual hoy llamaríamos una estafa. Hoy volvemos a ver la proliferación de tendencias cristianas de corte apocalíptico o que entienden la biblia en sentido literal, que prometen soluciones mágicas a los problemas humanos, claro, después del pago debido, como también sucedía en la Europa medieval. También se ha visto el auge de las cadenas mágicas en internet, y Hollywood, que solo hace lo que se vende, ha llenado los teatros de películas de magos, superhéroes o seres producidos por la magia oscura, como momias, vampiros y hombres-lobo.
En su libro el “miedo a la libertad”, Erich Fromm explica que ante los retos que la sociedad actual supone a la personalidad individual, los seres humanos aceptan entregar gran parte de su libertad a cambio de aquellos que les prometan seguridad. “Los principios del liberalismo económico, de la democracia política, de la autonomía religiosa y del individualismo en la vida personal, dieron expresión al anhelo de libertad”, dice Fromm. En contrapartida establece que, “La búsqueda compulsiva de la certidumbre…, no es la expresión de una fe genuina, sino que tiene su raíz en la necesidad de vencer una duda insoportable”. Fromm analiza sobre esta premisa, el régimen hitleriano.
Y tal vez ésta es gran parte de la explicación a la paradoja. El desarrollo tecnológico que siempre avanza mucho más rápido que el desarrollo social, hace que se cree una brecha entre lo que promete la tecnología y lo que se aprecia en lo social, que lleva generalmente a la ansiedad, y en casos particulares, a profundos resentimientos. Irracionalidad y resentimiento es la base de los fundamentalistas. Además de errores históricos, como los cometidos en el mundo árabe por el Imperio Inglés y Francia, así como más recientes de los Estados Unidos.
El Islam, a diferencia de lo que se cree debido a sus fundamentalistas, es una religión que impulsa el conocimiento. En una ceremonia que se realizaba en el imperio otomano, ante el sultán, se recreaban “las tres etapas que llevan a Dios, según los musulmanes: el camino de la Ciencia, el camino de la Intuición y el camino del Amor”, como lo menciona la Kenizé Mourad, autora del libro “de parte de la princesa muerta”. El mundo árabe se infectó de nacionalismo y socialismo, con fondo religioso, en sociedades de base tribal, que ante las embestidas brutales de occidente, solo dejaron lugar a los fundamentalistas.
Un fundamentalista es una persona buscando imponer su “verdad” a todos; camina por “el oscuro mundo de las certidumbres”, como menciona Mourad. Es una compulsión a un mundo monoverdad, por eso pasan de ser socialistas a fascistas como en el régimen nazi, de ateos a místicos, y más recientemente, de cualquiera de ellas a ambientalistas.
Y aclaro, no es que todo ambientalista sea fundamentalista, sino que dicha condición atrae irracionales que se soportan en esquemas simples de temas muy complejos, en retirada de estalinismos, una vez más fracasados. Hay varios precandidatos presidenciales de este perfil para el 2018.