EL EFECTO BIDEN. Apenas se supo de la ratificación en el Congreso como presidente de los Estados Unidos 2021-2024 a Joe Biden, se empezó a sentir a nivel internacional la llegada de la política de apaciguamiento internacional que caracterizó al gobierno Obama y que impulsó la “nueva relación” con Cuba y el consiguiente agravamiento de la situación venezolana, el envalentonamiento de Irán y Corea del Norte, y la supremacía china.
El régimen mafioso-socialista de Venezuela profundizó medidas de poder popular en Venezuela como la persecución de lo que quedaba de la prensa, la toma del poder bancario y la concentración de poderes con la “captura” del poder legislativo, en el entendido que el nuevo régimen estadounidense no pasará de la protesta, la búsqueda del dialogo inerte y de la creación de una organización multilateral que tome “medidas” ineficaces, escenarios que impulsan a los autócratas. Esa película ya la vimos: Bienvenidos al Obama-2.
CRÍMENES CONTRA EL PLANETA. Hoy que se vuelve a hablar de Cuba, es bueno recordar que un sapo (envenenado como todos los sapos de Santos) que nos comimos con el acuerdo Santos-farc, que ni siquiera tuvo prensa, es el crimen ecológico de la voladura de oleoductos por parte de las narco-guerrillas. Más de mil quinientos atentados solo contra el oleoducto Caño Limón-Coveñas, han dejado mal contados el derrame de 4,5 millones de crudo sobre fuentes hídricas y hábitat de bosque o selva, con un daño que costará siglos superar. Ese derrame es el equivalente al considerado el daño ecológico más grave del mundo, al estallar la plataforma marítima Horizonte Profundo en el Golfo de México, que implicó sanciones de muchos centenares de millones de dólares e investigaciones penales, en un evento que podría considerarse culposo.
Los atentados contra los oleoductos son dolosos, con toda la intención de causar daño, que en muchas ocasiones incluía emboscadas contra las fuerzas militares y los equipos técnicos de reparación, otro crimen de lesa humanidad. Para este columnista, que vio con sus propios ojos, ríos como el Tarra y el Catatumbo inundados de crudo de orilla a orilla por varios kilómetros, es una imagen ofensiva ver a ambientalistas de izquierda defendiendo a las guerrillas y sus procesos de impunidad. Ese crimen no mereció mención en el acuerdo Nobel, y a hoy ni siquiera merece mención en la prensa, pues es algo “normal” la voladura de oleoductos en nombre de la lucha de clases, o la paz, o el “conflicto”, o toda esa jerga que hoy también se volvió “normal”, por cuenta de la mermelada Nobel.
Muchos creemos que la Corte Penal Internacional debería hacerse cargo de este crimen contra el planeta, pero parece que eso solo es vana ilusión, en la era del nuevo “progresismo”.
EL FALSO CENTRO. Hay palabras que se usan indistintamente para conceptos opuestos, por ejemplo, Democracia. La Democracia Liberal basada en el principio de colocar el estado al servicio del ciudadano, la usan y también las Repúblicas Democráticas Populares (Socialistas) que son lo opuesto, el ciudadano al servicio del estado. Una de esas palabras que ya se volvieron comunes en política es el Centro, que en la Democracia Liberal se utiliza para definir un modelo sociopolítico entre la Democracia Cristiana (Derecha Democrática) y la Socialdemocracia (Izquierda Democrática), y en la ideologizada América Latina, buscando implantar el socialismo, se usa para “vender” una especie hibrido entre Democracia Liberal y Socialismo.
Pues bien, ese va a ser el escondite de la izquierda en las próximas elecciones; desde Robledo hasta Juan Manuel Santos, representado este último por Alejandro Gaviria o Mauricio Cárdenas, jugaran a ganar el Centro, pero al final se van a unir a los enemigos de la democracia liberal, la izquierda estalinista, en un gran “acuerdo pro-paz”, su objetivo real. El “centro” es el caballo de Troya que usará el santismo fariano para “terminar” su labor de entregar el país al socialismo cubano. Estamos avisados.