El próximo domingo es 19, y se llevará a cabo en Chile la segunda vuelta electoral para dirimir quién será el próximo presidente de aquel país entre marzo de 2022 e igual mes de 2026. Así, se estará poniendo punto final a algo que involucra mucho más allá que el mero proceso electoral, porque han venido ocurriendo hechos políticos de trascendencia desde que en octubre de 2019 se produjera lo que en la jerga periodística se ha dado en llamar el estallido social. Similar al ocurrido en el Ecuador, ese mismo mes de 2019 por el alza de los combustibles al querer disminuirse los subsidios estatales, y en Colombia tiempo después como consecuencia del aumento del costo de la vida y de la decisión presidencial de hacer un fuerte ajuste fiscal, mismo que por el fervor popular el presidente Duque tuvo que retirar.
Cronológicamente hablando, el estallido en Chile ocurrió hace 26 meses, período de tiempo en el que se han sucedido elecciones de diversas características y con resultados contrapuestos, lo que hace difícil predecir quién puede ser electo en esta segunda vuelta presidencial. Quién se exceptúa de esta variabilidad en las opiniones, es el presidente Piñera. Desde hace a lo menos dos años que su evaluación, no sobrepasa el 20% de aprobación manteniéndose mas bien de manera invariable en cifras que fluctúan entre los 12 y los 15 puntos, convirtiéndose en el gobierno más mal evaluado desde que se regresara a la democracia en los inicios de 1990.
Ello, podría inducir al equívoco, de que la derecha -debido a tan mala evaluación- no tendría ninguna posibilidad de resultar victoriosa en las urnas. Con mayor razón se podría concluir aquello, si acaso se tienen a la vista los resultados de las elecciones de presidentes regionales, alcaldes, consejeros Municipales, y Convencionales Constituyentes para redactar una nueva Constitución. Todo ello aconteció hace ya más de un año.
La Convención Constituyente, está en funciones desde inicios de julio de este año, y así sea difícil probarlo, su gestión ha sido sometida a un bombardeo de cuestionamientos y acusaciones de ineficiencia al ocupar casi tres meses en redactar su reglamento de funcionamiento, falta de conducta democrática al no respetarse a la minoría, y así otra serie de vituperios que han mellado su prestigio ante la opinión pública.
Lo real y concreto, es que, utilizando un mecanismo participativo y bastante masivo, los constituyentes han formado comisiones sobre los mas diversos tópicos y cada una de ellas se ha abocado a concretar audiencias públicas, para así tener, la percepción de mujeres y hombres, mayores y jóvenes sobre el devenir, los deseos y las necesidades de la población que habita Chile.
El pasado 21 de noviembre, se eligió íntegramente la Cámara de Diputados y la mitad de los Senadores. Los resultados, dan un empate entre las fuerzas de la derecha y de la izquierda, lo que lleva a concluir que quién sea electo presidente deberá negociar cualquier modificación que desee implementar.
¿Es ello negativo? La respuesta es impredecible, corriéndose el riesgo de ir nuevamente a otro estallido o crisis social. Y ello, porque recién ahora se ha puesto término al IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) que el gobierno de Piñera se vio obligado a entregar, y tampoco habrá más retiros de los Fondos de Pensiones, por lo que el crecimiento en el consumo se verá afectado y sincerado en los próximos meses, generándose una fuerte desaceleración del crecimiento económico. De allí que quién resulte electo tendrá al frente suyo un cuatrienio de muy alta complejidad y con una sociedad compleja que pide salud, educación, servicios básicos y pensiones, de calidad y dignas.
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