Amables lectores: verdaderamente son muchas las inmensas preocupaciones que embargan a los colombianos, destacándose: “la violencia, la inseguridad, la tributación y la corrupción”. En estas cuatro palabras se muestra la altísima vulnerabilidad del ciudadano. Las cuatro son tareas pendientes que sin importar color ni tendencia política deben ser prioridad de cualquier gobierno, elegido democráticamente en Colombia.
Se les debe buscar una óptima solución y ser tratadas con urgencia manifiesta y evitar que día a día causen mayor deterioro en la calidad de vida del colombiano. La violencia e inseguridad son dos fenómenos que diariamente acosan más al ciudadano produciéndole permanente temor, que influye negativamente en su estado anímico al deteriorar su entorno, tanto en el trabajo como en su vida familiar.
América Latina es responsable del 31% de los asesinatos que ocurren en el mundo. Este guarismo es confirmado por las estadísticas del Ministerio de Defensa, donde se afirma que en el 2016 se produjeron en Colombia 12.200 homicidios, superando el promedio regional y qué decir del mundial. Riñas, venganzas personales, crimen común, actos de intolerancia y microtráfico son las principales causas de estas cifras que llevan al mundo civilizado a calificar a nuestro país como altamente violento.
Algunos sectores de ciudades capitales se han convertido en territorios del hampa y están vedados para el ciudadano de a pie, salvo que quiera sufrir un atraco que en el mejor de los casos comprometa solo sus bienes materiales y no su propia vida, como sucede con bastante frecuencia. Para superar esta gravísima situación de zozobra ciudadana es necesaria la colaboración de todas las fuerzas vivas incluyendo a los funcionarios encargados de aplicar justicia para así retornar la credibilidad la ciudadanía para que esta, denuncie al hampón y que confié que con seguridad será castigado.
Empezamos el año con la aplicación de la nueva reforma tributaria. La clase media ya siente en su bolsillo los efectos negativos de los nuevos tributos. El comercio sufre por las caídas de sus ventas. Los consumidores ven como les están pasando la cuenta de cobro de un Gobierno derrochón. El Estado colombiano ha resumido el manejo económico en gastar y gastar para luego gravar y gravar al pueblo con más impuestos. El senador Iván Duque Márquez afirma que el modelo impuesto en Colombia con cada aumento del déficit fiscal, derivado de un manejo sin control de la chequera estatal se quiera subsanar solo con más cargas impositivas para el ciudadano. Este modelo es inviable afirma el senador, pues condena al país a la informalidad y a una mayor evasión. Pero, ¿podemos pensar diferente en materia tributaria? Claro que sí, afirma el senador Duque Márquez; existe evidencia histórica para demostrarlo.
Kennedy y Reagan, dos presidentes de los Estados Unidos, le apostaron a la reducción de tarifas tributarias y se buscó que estas no ahogaran a las empresas y que el gasto público fuese un generador de empleo. Para lograr lo anterior, dice el senador Iván Duque: “Colombia debe mejorar el sistema de fiscalización, reducir gastos innecesarios y combatir eficazmente la evasión y el contrabando”.
La corrupción es clara en todos los niveles del Estado, desde el más pequeño municipio hasta en las altas esferas del Gobierno se sufre de este flagelo. Germán Omaña Mendoza afirma: “ los ciudadanos del común estamos hartos de ver cómo se destruye el patrimonio nacional en beneficio de un grupo de corruptos que solo buscan su enriquecimiento personal, donde los fines justifican los medios y todo vale para aumentar su riqueza”. “el país ya diagnosticó la existencia y el comportamiento de los corruptos, las autoridades los conocen y saben donde están, apliquen justicia”.