Algunos irresponsables nos están metiendo a los colombianos en peligrosa guerra, que se parece como dos gotas de agua a la que sufrimos hace unos 60 años y que originó la pesadilla de muerte y destrucción que todavía estamos afrontando.
No ha habido una voz autorizada, por ejemplo la de un expresidente, que trate de calmar a los contendientes, que se trenzan en peligrosos enfrentamientos que pueden regresar al país a las épocas en que Mariano Ospina le serruchaba el piso a su rival, Laureano Gómez, con la consiguiente consecuencia de odio y violencia que se llevó por delante a campesinos, militares, policías y civiles de todos los estratos.
Todos los días somos testigos de guerra verbal entre el expresidente Álvaro Uribe y el presidente Juan Manuel Santos, quienes hace poco tiempo eran tan amigos como la uña y el mugre y hoy ni siquiera intercambian un saludo protocolario. Son enemigos que se están llevando en los cachos a un país acostumbrado al odio y al enfrentamiento entre hermanos.
Somos como Caín y Abel, valga la comparación.
La guerra fratricida no es extraña para los colombianos. Hemos tenido varias desde el lejano día en que los españoles agarraron sus trastos y volvieron a su casa.
Pero ya habíamos tenido una lucha fratricida que por estúpida fue bautizada con el nombre de ‘’patria boba’’, que se está repitiendo, pues mientras los colombianos pelean, en la puerta está el enemigo.
No hemos aprendido la lección y ya perdimos miles de kilómetros de océano por no caer en cuenta de los peligros. Que siguen detrás de nosotros, muy maduros…
En otras épocas teníamos viejos jefes, como López Michelsen o Alberto Lleras, que llamaban al orden. Pero ahora no los hay y las cabezas de la guerra no tienen quién acabe el problema. Consecuencia: sigue el absurdo y estamos al borde de repetir la historia que se inició hace sesenta años y no ha acabado.
Pocos recuerdan la secuencia de muertes y destrozos que ha dejado la confrontación, tal vez porque una de las características de los colombianos es que hemos olvidado la historia.
Y ya se sabe que quien la desconozca está condenado a repetirla. Sólo un acontecimiento une a los colombianos, sin distingos de clase política y de creencias religiosas: el fútbol.
Deberían repetirse más estos partidos, para limar asperezas y buscar la esquiva paz, uno de los temas que, aunque parezca absurdo, divide al país. Algunos han lanzado dardos contra los diálogos entre Santos y Timochenko, por considerar que se le está entregando el país a la guerrilla. Pero cuando se hizo el arreglo con los paras no abrieron la boca. Es la doble moral a la que son tan adictos algunos dirigentes.
Afamado comentarista, Mauricio Pombo, dio en el clavo y señaló en su última nota: ‘’Parece ser que nadie quiere entender la importancia y necesidad de la ubérrima guerra´´, una guerra que, digo yo, afronta solo el uribismo, adalid de la derecha en el continente. Parece que el interés de la oposición consiste en que la familia Uribe construya zonas francas y centros comerciales, pero no en conseguir la esquiva paz. GPT