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Hablemos de geografía e historia de Colombia
La geografía colombiana, consistente en un “centro sobre cordilleras”.
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Viernes, 1 de Diciembre de 2017

El Estado colombiano, incluyendo en él la colonización española, ha mantenido el mismo modelo económico-político desde el gobierno de los virreyes españoles. Una centralidad de montaña, con abandono de las “tierras bajas”, y una economía basada en la extracción de rentas, desde unos grupos de poder hacia la sociedad.

Esa ha sido la constante histórica, con diferentes grados de profundidad y desde diferentes “modelos modernos”, donde esa elite de control “andina” es retada desde diferentes visiones, pero sin verdadera vocación de poder a causa de la geografía, lo que explica las interminables “guerritas” colombianas, que concluyen en procesos de “paz” que “admiten” nuevos protagonistas en el círculo del poder, sin que la estructura de éste realmente cambie.

Ahora vendrá la visión marxista del “conflicto”, en la Comisión de Memoria Histórica que creó el gobierno Santos, donde todo se explicará desde la lucha de clases y la tenencia de los modos de producción, propia del siglo XIX, aplicada al siglo XXI, dirigida por el jesuita De Roux. 

Esta constante permanencia del “régimen” en Colombia puede explicarse desde una razón histórica y dos geopolíticas. La razón histórica es que, en el llamado “descubrimiento de América”, concepto desde el eurocentrismo, colisionaron en estas tierras dos sistemas imperiales que no se conocían.

Por una parte, el más retrogrado imperio de occidente, España, basado en la explotación como todo imperio, pero justificándolo como asiento de la santa inquisición, y por la otra, unos imperios indígenas, algunos ya en decadencia y otros sin haber logrado acceder la fase civilizadora superior, aunque eran expertos en la extracción de las riquezas de la tierra, pero sin “capacidad militar” avanzada, desconociendo la pólvora. Se unieron, un extractor fanático y unos trabajadores acostumbrados a la servidumbre, sin una estructura teológica fuerte que les permitiera conciencia civilizacional. Ahí estaba el modelo económico de “tierras altas”.

Los dos factores geopolíticos son la geografía misma, así como las fronteras que el imperio español estableció. En su libro, “la venganza de la geografía”, su autor Robert Kaplan cita la teoría de la sociedad “segmentaria” de dos estudiosos europeos, refiriéndose a Yemen, hoy otra vez en los titulares por sus tragedias sociales. La geografía hace que en estas sociedades cohabiten “tribus” resistentes periféricas, habitando lugares de difícil acceso, con un gobierno central débil. Eso es válido para el Yemen, Afganistán y Colombia, donde “tribus desafiantes” pueden sobrevivir de manera permanente en estados débiles, o concentrados, no en el desarrollo, sino en el mantenimiento del “régimen”. Esa es la línea conductora de los chusmeros, las guerrillas liberales, las guerrillas marxistas, las autodefensas, las bacrim, las disidencias y un largo etcétera.

La geografía colombiana, consistente en un “centro sobre cordilleras”, con unas regiones rodeándola, tales como el caribe, con su península Guajira, el Orinoco, la Amazonía y el Pacifico, representando ellas las tierras bajas colombianas. Y ahí entra el segundo factor geográfico, las fronteras, que como establece Kaplan: “Una frontera establecida por el hombre, que no se corresponde con una zona fronteriza natural, es especialmente vulnerable... África, el continente más pobre e inestable, cargaba con el peso de las fronteras más artificiales e ilógicas del planeta”.

Las de África y las nuestras las fijaron los europeos, que buscaban dividir, no integrar. Así, el Amazonas es parte del mayor sistema ecológico del planeta y la divisoria norte-sur en el continente americano. La Orinoquía es una con la venezolana, lo mismo que la península Guajira. Cúcuta es parte del sistema geofísico del lago de Maracaibo. En el Pacifico fue donde se desarrolló la agricultura intensiva en mano de obra, que se cubrió con servidumbre “negra” en una variante esclavista. El Caribe es la región continental que mejor ha llevado adelante su conciencia regional cultural y política, aunque contenido del bajo desarrollo institucional de un Estado débil, porque los territorios insulares no están integrados a esta.
Y es que lo que no cambia es la tierra y sus habitantes; cambia lo ambiental, no la base geográfica.

Las moditas “ideológicas” pasan. Pero para que Colombia tenga futuro y pueda desmontar el régimen, debe en primer lugar aceptar esa realidad regional y descentralizar, no desde la visión centralista, sino por el reconocimiento político de las regionalidades y no “dirigida” por una burocracia como la de Planeación Nacional, “dirigiendo” lo que ni siquiera conoce. Pero, si además no se quiere perder la unidad nacional, el Estado debe abocar los grandes proyectos de infraestructura de interconexión regional, empezando con la conexión del Atlántico y del Pacifico, y siguiendo, con las grandes interconexiones oriente-occidente con mirada al mundo desde los mares y las fronteras. Eso no se puede hacer con el actual régimen, que condena el país al subdesarrollo.

Porque el modelo extractivo, para sostenerse, recurre a la mecánica semi-colectivista del subsidio “social” para mantenerse. Lo suyo no es el desarrollo, son las rentas. Este tema lo analizaré en mi próxima columna sobre la política energética.

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