La oposición derechista, encabezada por dos expresidentes, uno de los cuales solo tiene en mente regresar al palacio de Nariño, está llevando, poco a poco, al presidente Juan Manuel Santos hacia un sitio peligroso que tiene sus riesgos pero también sus ventajas: un nuevo plebiscito en el cual la ciudadanía decidiría la suerte de los acuerdos de paz, que se encuentran en peligro por la obstinación de un grupo que solo desea oponerse a todas las propuestas gubernamentales y resucitar el lema del  desaparecido laureanismo: hacer invivible la república.

Como en los viejos tiempos en que los colombianos nos enfrentamos por unas banderas partidistas, retazo de historia desconocido para las actuales generaciones, un sector político considera que la mejor manera de regresar al poder es oponerse a todas las iniciativas oficiales y sacarle más canas al gobierno de Juan Manuel Santos, quien ha hecho muchas demostraciones de paciencia pero ha entrado en etapa en que le toca recordar el pasado, a pesar de las protestas de sus contradictores, que sufren de un mal muy colombiano: la mala memoria.  

Muy pocos, incluyendo políticos extranjeros, como el uruguayo Pepe Mujica, han encontrado explicación para lo ocurrido en el plebiscito del dos de octubre, cuando se impuso, por una pequeña minoría, la negativa a la paz en Colombia, después de 60 años de guerra civil, iniciada en el aciago año en que fue asesinado el más grande caudillo popular de esta tierra, Jorge Eliécer Gaitán. Pero como aquí todo es posible, hasta lo más absurdo, gracias al enfrentamiento entre dos fuerzas similares, se impuso el No, a pasar del llamamiento de personalidades como el mismísimo papa Francisco, quien había pedido en varias oportunidades votar afirmativamente el dichoso plebiscito.

No sirvieron los ruegos papales ni el respaldo de mandatarios de todo el mundo, incluyendo el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Ganó la negativa promovida por medio de engaños y trampas, según reconoció alto dirigente del uribismo, cuya metida de pata hubiera servido en otras partes para cancelar el apretado resultado de la votación en la que se impuso el No por precaria mayoría del 0.4 por ciento, parecida a la que llevó a la presidencia al padre de uno de los promotores de la negativa, el resucitado Andrés Pastrana, cuya pésima imagen sirvió para elegir a su actual socio, Alvaro Uribe. ¡Funcionó otra vez la mala memoria!

La posibilidad del nuevo plebiscito ha sido mencionada por parlamentarios y por el mismísimo presidente, quien señaló que espera llegar a un acuerdo con las Farc para Navidad. Aunque existen otros mecanismos, como una ley en el Congreso, la vía más expedita sería otra votación. De todas maneras, una decisión sólo se adoptará cuando se llegue a nuevo pacto, pero lo más seguro sería volver a las urnas. Eso sí, toca mejorar la pedagogía para evitar tropiezos, pues un tercer plebiscito no lo aguantaría nadie, sobre todo el bolsillo y la paciencia  de los colombianos.