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Híbridos
Eso de la izquierda y la derecha surgió en la Revolución Francesa, cuando en las reuniones de la Asamblea, los revolucionarios al entrar al recinto giraban hacia la izquierda y los monárquicos a la derecha.
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Sábado, 7 de Diciembre de 2019

Para seguir con la moda del maniqueísmo dialéctico de los años 70 en que nos metió el Nobel, el presidente Duque, para pesar de todos, decidió ubicarse en un inexistente centro, que solo significa ponerle una vela a Dios y otra al diablo, buscando quedar bien con todos.

Eso de la izquierda y la derecha surgió en la revolución francesa, cuando en las reuniones de la Asamblea, los revolucionarios al entrar al recinto giraban hacia la izquierda y los monárquicos giraban a la derecha. Para los que pertenecemos a la civilización occidental, surgida de la revolución francesa, existen dos tipos de sociedad moderna. La democracia liberal, que se soporta en la defensa de la libertad individual, y por ende privilegia la economía de mercado y la variedad de partidos. Tiene por principio la desconfianza del poder, por lo cual exige que ningún funcionario puede estar exento de control. Y están por otro lado las sociedades donde el ciudadano está al servicio del estado (sea éste laico o confesional), que es quien decide cómo atender las necesidades de sus ciudadanos y por tanto privilegia la economía centralizada, y se guía por un líder iluminado. En la democracia liberal, se busca un equilibrio entre los dos conceptos de nuestro escudo: libertad y orden. No puede haber libertad sin orden, por eso cuando el orden se pierde, lo primero que se debe hacer es restaurarlo. Pero cuando el orden coarta la libertad, se deben revisar los controles del poder, porque ya no funcionan. En la sociedad estatista todo es orden, porque la libertad no existe; quien se enfrente al régimen es neutralizado. Occidente ha defendido siempre el modelo de democracia liberal y ve en el otro modelo una negación del suyo.

Cuando en un estado de democracia liberal se habla de izquierda y derecha, se refiere a que, dentro de los parámetros de la democracia liberal, unos, los socialdemócratas, los izquierdistas, defienden una mayor intervención del estado, y los otros, los derechistas, agrupados usualmente en la democracia cristiana, quieren menos estado y más libertad individual. Y eso da para hablar de centro, o centroizquierda o centroderecha, o extrema izquierda y derecha, los que ya no creen en la democracia liberal.

En Latinoamérica, caso especial, la izquierda la componen los que defienden un modelo estatista, y los de derecha los que defienden el modelo de democracia liberal. Ahí no hay centro como lo está comprobando dolorosamente el presidente Duque; son modelos excluyentes. No se puede ser pro mercado y anti mercado al tiempo, ni defender la libertad de partidos y querer partido único, ni tener al ciudadano como razón del estado y al mismo tiempo privilegiar el estado sobre el ciudadano. Esos híbridos no existen en este caso. Sólo hay híbridos político-económicos como el fascismo, de concepción política estatal y economía de mercado, aunque restringida, y como el comunismo chino que sigue también régimen de partido único con economía de mercado. No puede existir, por el contrario, un régimen político de democracia liberal con economía centralizada. Toda esta disquisición me hizo acordar de un chiste de animales híbridos.

Llegó un visitante al mayor zoológico de híbridos del mundo y solicito un guía que lo asesorara en su recorrido. En la primera jaula vieron un felino gigantesco. “Un ligre”, dijo el guía, “cruce de tigre y leona”. Impresionado el visitante siguió avanzando. En la siguiente jaula había una especie de hipopótamo con cuerno que el guía llamó hiporonte, cruce de hipopótamo y rinoceronte hembra. En otra, vieron un elefante de cuello muy alto, el jirafante, cruce de jirafa y elefante. Así recorrieron todo el parque, y ya al salir vieron un animal pequeño de hocico largo, a lo que el visitante pregunto: “¿y eso que es?”, y el guía respondió, “ah no, ese es un simple oso hormiguero”. El visitante miró fijamente al guía y le dijo: “¡No me crea tan pendejo!”.

Si Usted ve un izquierdista colombiano que le diga que él cree en la libertad individual, pero que defiende siempre el interés general sobre el interés particular, dígale, “¡No me crea tan pendejo!”. O si ese mismo izquierdista, u otro, le dice que él cree en la libre empresa, pero mientras tenga control del estado para cumplir con su responsabilidad social, mírelo y dígale, “¡No me crea tan pendejo!”. Y cuando otro de esos le diga que él cree en la libertad política, pero que debe haber un partido que defienda a los pobres, defendido por el estado, dígale, “¡No me crea tan pendejo!”. Y cuando el presidente Duque le diga que va a hablar con todos para unificar el país, cerrando la brecha social con impuestos, y le diga que él es un demócrata que va a negociar con los del modelo estatista, grítele, “¡oso hormiguero!”.

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