Forensis es el estudio donde Medicina Legal, desde hace veinte años, sistematiza los datos anuales estadísticos sobre violencia. El estudio del 2019, que no ha sido impreso “por restricciones generadas por el virus”, tiene cifras muy interesantes que deben ser complementadas con los Estudios de Estadísticas Vitales del DANE para tener una visión completa.
Una primera mirada muestra que el año pasado se cometieron 11.880 homicidios, con una tasa de 24,1 por cien mil habitantes, el indicador que se usa para las mediciones comparadas. Lo primero que hay que resaltar es que la cifra sigue siendo inmensa. En el 2017, según la ONU, el promedio en el mundo era de 6,1 por cien mil. Estamos cuatro veces por encima. De ninguna manera podemos acostumbrarnos a semejante realidad.
Sin embargo, por otro lado, esos algo menos de doce mil homicidios son una buena noticia. En el 2018 hubo 12.130 asesinatos, 757 más, un 6.7% adicional, que los 11.373 que hubo en el 2017. Ese aumento resultaba muy alarmante porque se produjo en plena implementación del acuerdo con las Farc y frenaba la curva de caída de los asesinatos que venía dándose desde principios de siglo. Al menos el año pasado logramos parar el ascenso de los asesinatos y recuperar la senda de su disminución.
Ahora, en Colombia la primera causa de muerte, tanto en hombres como en mujeres, son las enfermedades isquémicas del corazón. La segunda son los homicidios (hay más muertes violentas que decesos por todos los tipos de cáncer, por ejemplo), pero su comportamiento es muy distinto de acuerdo con el sexo. En hombres, las enfermedades del corazón representan el 15,7% de los fallecimientos, los homicidios fueron el 8,6% y las muertes por enfermedades crónicas de vías respiratorias inferiores, la tercera causa, el 6,2%. Los accidentes de transporte fueron la quinta, con el 4,2%. En cambio en las mujeres las enfermedades isquémicas del corazón alcanzaron el 15,9% de las causas de muerte, seguidas de las enfermedades cerebrovasculares con el 7,6%, y ni los homicidios ni los accidentes de transporte están dentro de las primeras diez causas.
En efecto, de los homicidios reportados el año pasado, 10.874 fueron de hombres (91,5%), 1.001 de mujeres (8,4%) y 5 de género indeterminado. Las mujeres tiene menos del diez por ciento de riesgo de morir asesinadas en comparación con los hombres.
Por otro lado, los riesgos de la población joven son muchísimo mayores: 5.812 de los homicidios, el 48.9%, corresponde a muchachos entre los 15 y los 29 años. Un 25% adicional, 3.003, está entre los 30 y los 39 años.
Si el homicidio y los fallecimientos causados por las secuelas de agresiones corresponde al 5.4% de todas las muertes, entre los muchachos son la causa de 4 de cada 10, un 40,1%.
Los datos de Forensis 2019 deberían ser la base para la formulación y desarrollo de políticas públicas en materia de violencia y en la prevención de las diferentes formas que nos afectan. Las muertes violentas son una tragedia, un problema de salud pública y tienen un costo económico enorme. Es indispensable diseñar e implementar una política estatal integral y específica para conseguir disminuirlas sustantivamente. Esa política tiene que considerar las diferencias sustantivas de la violencia homicida entre hombres y mujeres, centrarse en la vulnerabilidad de los más jóvenes y hacerse de manera georeferenciada. No me cansaré de insistir en que la violencia homicida no es homogénea y que hay regiones y municipios mucho más afectados que otros, como veremos en otra columna.
Finalmente, los 11.880 asesinatos del 2019 constatan un hecho innegable que amerita un debate nacional objetivo y sereno, por fuera de la discusión partidista entre defensores y críticos del pacto con las Farc: a pesar de su firma, la disminución de la violencia homicida en Colombia es marginal. Acá no solo no ha finalizado el conflicto armado sino que la dinámica de la violencia sigue su curso. Tengo pleno convencimiento de que tal cosa ocurre porque los avances contra el narcotráfico alcanzados hasta el 2014 no solo se perdieron sino que la situación empeoró. Pero creo que esa hipótesis debe ser contrastada y alimentada también con otros análisis y perspectivas.