Por fin, después de tantos años de crueldad, de aberración y de ignominia, las Farc han reconocido, a través de su máximo jefe, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, que el secuestro fue un gran error. La humanidad entera se pronunció condenando ese instrumento que utilizó con extrema sevicia esa organización guerrillera, y las demás guerrillas existentes, así como también los paramilitares y la delincuencia común, que se empeñan en continuarlo, pero siempre se resistieron, siquiera a meditar lo que a gritos les pedía la comunidad internacional y también las miles de víctimas a quienes arruinaron sus vidas y las de sus familias.
El pretexto que buscaron, y del cual siempre se aferraron, era que esa práctica constituía una “retención” y con ese término disfrazaban el horror, la ignominia y la crueldad. El crimen en todas sus manifestaciones, lo convertían en un problema meramente semántico.
Desde que la Unión Soviética decidió introducir dentro de sus lineamientos políticos aquella perversa y funesta frase de que “El fin justifica los medios” la irresponsabilidad y la irracionalidad tuvieron cabida en los movimientos extremos para poner en práctica todo lo que se les ocurriera, así fuera la propia dignidad y la vida de los seres humanos.
Ahora el señor Timochenko ha dicho que “El secuestro fue un gravísimo error, del que no podemos sino arrepentirnos” Tarde, muy tarde; y demasiado daño de por medio. Y falta todavía que se refiera a otras conductas criminales como los atentados terroristas, las extorsiones, el reclutamiento forzado, el abuso y sometimiento de niños, los abortos exigidos, las ejecuciones sin fórmula de juicio, el daño a la infraestructura nacional, el abuso de mujeres, etc.
Resulta absolutamente increíble, que en pleno siglo XXI hubieran existido tantos procedimientos con tal grado de barbaridad y de criminalidad, que hacían aparecer a nuestro país como una tierra despreciable en donde eran posibles tantos crímenes oprobiosos.
Esa terquedad y esa falta de humanidad en el comportamiento, hará que el futuro plasme una imagen de vergüenza e iniquidad, así como hoy lo hace con procedimientos como la esclavitud, el racismo, la homofobia y la irracionalidad política que tanto horror han producido a través de la historia.
Lo que debe venir, además del reconocimiento, es la identificación real de las víctimas, el perdón y desde luego la reparación, así como la promesa de no volver a repetir jamás semejantes procedimientos que hacen producir verdadera vergüenza en el género humano.
Se ha dado un paso, pero falta todo ese resto, si es que queremos aparecer en el futuro como una sociedad respetuosa del género humano y también de la justicia.