Varios países, encabezados por Estados Unidos, decidieron, sin pensar en las consecuencias futuras, conspirar contra el gobierno de Nicolás Maduro, quien está atornillado en el poder en Venezuela gracias a la complicidad de los militares y de potencias como Rusia y China, además del apoyo de gentes humildes a las cuales suministran comida gratis, gasolina barata y otros perendengues, copiados del régimen cubano, que ha logrado quedarse en el poder desde hace 60 años.
Una coalición de derecha, integrada por Colombia, Brasil, Chile y la Unión Europea, acordó conspirar contra el régimen que se ha apoderado de la patria de Bolívar, con la idea de convocar a elecciones en un plazo perentorio, para reemplazar un régimen tambaleante por uno que obedezca las órdenes del presidente Donald Trump, que no es propiamente amigo de la democracia y menos de la libertad de prensa, como lo ha demostrado en varias oportunidades.
Los conspiradores no pensaron que el actual gobierno estadounidense no es fruto de unas elecciones limpias, sino de maniobras destinadas a derrotar a la señora Hillary Clinton y al partido demócrata, con el apoyo de los rusos y del siniestro señor Putin. Además, como lo demuestra la historia, los gringos han conspirado para derrocar a los gobiernos que no le son afectos, como los de Vietnam, Panamá, Cuba y varias naciones más, aunque a veces no les ha ido muy bien.
No me parece bueno que el gobierno colombiano, orientado por Alvaro Uribe, jefe de la extrema derecha, se preste para conspirar contra Venezuela, pues no hay que olvidar aquello de que hoy por ti, mañana por mí. Si en el futuro, como ocurrió no hace mucho, el gobierno de Washington se opone a Colombia, ¿sería bueno que otros países conspiraran contra nosotros? El mal ejemplo que estamos dando no sería el mejor, pues otros países se sentirían autorizados para actuar contra nosotros. Y no podríamos protestar o alegar, como lo hace ahora el presidente Duque, que no firmamos ningún compromiso, como si el país se acabara cada cuatro años.
No se debe actuar sin pensar en el futuro. Debe recordarse que hace unos años fuimos catalogados del Caín de Suramérica por no apoyar la invasión que hizo Argentina de las islas Malvinas, sin pensar que nos podía ocurrir lo mismo en San Andrés. En esa ocasión pensamos con la cabeza, lo que ahora no está ocurriendo. GPT