Amables lectores: La teoría de “la evolución de las especies” de Charles Darwin y publicada en 1859, impulsó a muchos biólogos y antropólogos a centrarse en la evolución de la especie humana, que según ellos se originó por mutaciones genéticas de un grupo de homínidos hace 6 millones de año dando origen al Australo – Pitecus, al Homo – Erectus- al Homo hábiles y a otros, hasta llegar al Homo Sapiens- Sapiens.
Evidentemente la evolución física, intelectual y tecnológica que ha logrado la raza humana es maravillosa. De la era de las cavernas a la era espacial alguna gran distancia existe, o de la cacería de animales con armas primitivas a la comidas gourmet. De las señales de humo y correos humanos al internet y tecnología de las comunicaciones existen horas luz de progreso.
No sucede lo mismo con la teoría creacionista que muestra al ser humano creado como un espíritu que tiene un alma y que habita en el cuerpo que le permite experimentarse sensorial y físicamente, crear vínculos, emocionales y sociales e intercambiar ideologías.
Así las cosas, vemos que el proceso evolutivo del ser humano en su aspecto físico e intelectual no ha cursado de manera paralela con el desarrollo espiritual. Basta con observar la cruda realidad de esta Colombia diversa, tan discriminatoria, tan fanática, tan segregacionista; paradójicamente tan iguales pero tan diferentes.
La ruidosa situación suscitada por el Ministerio de Educación con las tales cartillas que finalmente sí existen y que se difunden desde abril a los colegios con el nombre: “ambientes escolares libres de discriminación”. Lamentablemente solo hacen énfasis en evitar la discriminación por diversidad de género sin detenerse en otras como la discriminación por raza, condición social, religiosa, cultural o hasta por ser gordos, flacos, altos, bajitos o poco agraciados.
El rol de los padres de familia como orientadores, instructores y guías de sus hijos no puede ser suplantado y de allí la importancia que la familia no pierda su estructura como institucionalidad para educar en valores y cimentar moralmente a las nuevas generaciones que conformarán la moderna sociedad. Es muy importante que eduquemos a nuestros hijos en el respeto y la tolerancia por la diversidad, pero también es muy importante que las minorías respeten y toleren las creencias e ideologías de un país mayoritariamente católico.
Preferencias sexuales diferentes a las heterosexuales siempre ha habido y seguirán existiendo, al fin y al cabo en su libre albedrío el ser humano puede realizarse como bien le apetezca siempre y cuando observe las leyes que regulan las conductas sociales.
No es conveniente propiciar marchas violentas con pancartas degradantes e insultos obscenos para dirimir una diferencia ideológica ni degradar públicamente a una persona porque piensa distinto. Esto si verdaderamente muestra muy poca evolución de los humanos como seres racionales y sociales. Es maravilloso ver a los colombianos gritar emocionados y llorar por las medallas de oro de Oscar Figueroa y de Katherine Ibargüen, así como oírlos interpretar las más bellas melodías nacionales e internacionales o logrando triunfos en las artes plásticas o la literatura.
Estremece y horroriza verlos actuar como primates poco evolucionados cuando dinamitan oleoductos o asesinan con bombas o francotiradores a inocentes campesinos o policías. Todo cambia en el universo y también en nuestras mentes
Debemos confrontarnos si estamos educando bajo los principios de respeto, tolerancia, derechos humanos o solo es un barnizaso porque los adultos damos permanentemente mal ejemplo de convivencia pacífica y relaciones armónicas.
Solo basta con mirarnos unos a otros a los ojos y descubrir que somos esencialmente iguales con diferente apariencia y diversos disfraces.
“Practiquemos la máxima del gran maestro: Amaos los unos a los otros”.