Amables lectores: El economista inglés A.W. Phillips fue el pionero en establecer la relación que existe entre el desempleo y la inflación. El estudio de Phillips demostro como -al menos en su país- existe una relación inversa entre el desempleo y el nivel de precios. En otras palabras, niveles altos de inflación llevan consigo unos niveles muy bajos de desempleo y viceversa. Y entonces, ¿Cuál es el nivel de desempleo e inflación aceptable para una economía? Esta es la pregunta del millón de dólares que todos los países intentan responder.
Revisemos nuestro panorama actual: Al finalizar el primer trimestre de 2020, Colombia enfrenta una pérdida de 1.6 millones de puestos de trabajo. Oxford y Yale plantean que aproximadamente el 71% de las pequeñas y medianas empresas han despedido trabajadores en Colombia, durante las primeras semanas de la pandemia. Además, la cuarentena, según Fedesarrollo, afecta a 3 de cada 5 trabajadores y tan solo 1 de cada 3 trabajadores puede desempeñar sus oficios virtualmente. Asimismo, el economista Jose Antonio Ocampo afirma que la cuarentena, aunque esencial desde el punto de vista de salud pública, tiene unos costos muy importantes, tanto económicos como sociales. Los costos sociales más importantes son la disminución de empleo y la falta de ingresos de los trabajadores informales e independientes, quienes deben quedarse confinados.
Por otro lado, la inflación para el mes de mayo cerró en -0.32%. Es decir, que comparativamente los precios para este mes se disminuyeron. En lo que va corrido del año la inflación se ubica en un 1.5%. Ante este panorama es bien probable que la inflación para el año 2020 cierre en niveles cercanos al 3%. Esto nos deja con un desempleo muy alto y una inflación baja y un consumo bastante golpeado. Pero, ¿cómo enderezamos el barco?
Tristemente reactivar una economía no es igual que encender un carro. Este es un trabajo de meses -inclusive años- para volver a llevar el consumo, la inflación y el desempleo a niveles adecuados. El Banco de la República ha dado el primer paso al bajar las tasas de interés en medio punto porcentual. Esto se traduce en un endeudamiento más barato y, por consiguiente, un mayor consumo. Un mayor consumo ayuda al ingreso de los empresarios y estimula a las empresas a que vuelvan a contratar trabajadores. Son esenciales los subsidios al empleo, la vivienda y reforzar los ingresos de los hogares pobres y vulnerables.
Este mayor gasto -como lo anticipé en mi anterior artículo- conllevará necesariamente a un aumento del recaudo tributario. Juan Ricardo Ortega, ex director de la Dian, coincide con esta posición. Infortunadamente Ortega también puntualiza en que: “Si se aumentan las tasas de impuestos solo se logra que los pocos que siempre han pagado, paguen aun más y sean cada vez menos competitivos frente a los informales”. “Colombia necesita una propuesta aplicable para poner a pagar impuestos a los miles que hoy no pagan y terminar con la evasión. En el pago de impuestos se debe aplicar el principio del juego de la pirinola: ‘todos ponen’”. En otras palabras, necesitamos una reforma tributaria técnica y de fondo, alejada de la politiquería.
Lo más importante para poner a pagar impuestos a la gente es la calidad de gestión del gasto público. Es necesario, entre otras, demostrarle a la ciudadanía que el sistema de salud si puede sanearse y que la educación pública puede tener una oferta de calidad comparable con la privada. Son necesarias instituciones eficientes y funcionales. Es esencial que el Gobierno informe claramente a la opinión pública como se han asignado los 28.8 billones de la emergencia.