Dos de los grandes misterios de los últimos tiempo era saber el sexo de los ángeles y los motivos que tenía Enrique Peñalosa para insistir tanto en la candidatura para la Alcaldía de Bogotá. El primer interrogante sigue pendiente, en tanto que el segundo se ha ido despejado con el tiempo: ya se sabe, más o menos, para que quería Peñalosa la alcaldía capitalina, para la cual ha sido derrotado en varias oportunidades. Esa ambición de sentarse en el palacio Liévano, recientemente desocupado por el inepto Gustavo Petro, tiene varias facetas, conocidas con el paso de los días. No son motivaciones altruistas ni amor por la capital. Son muy sencillas. Simple y llanamente el motor de la ambición se llama dinero.
Bogotá tiene inmensos recursos económicos y muchos problemas, derivados de la sobrepoblación ocasionada por la inmigración de gentes de todas las condiciones, que hoy en día suman más de diez millones de almas, con los problemas que representa ese gentío, que acabó con la Sabana de Bogotá y se ha propagado por todos los rincones de lo que en otra época llamaron ‘’la Atenas suramericana’’. Como si la explosión demográfica no fuera suficiente motivación, la ciudad sufre la falta de civismo de gentes que se cuelan en el Transmilenio, congestionan los servicios de salud y cometen todo tipo de tropelías, incluyendo el bloqueo de las vías, el ataque a la Policía, la pintura de paredes y muros y la destrucción de los monumentos, hasta la estatua de Bolívar.
Entre las necesidades inmediatas está la construcción del metro, la ampliación de hospitales y colegios, más jornada escolar y fuentes de trabajo, ampliación y arreglo de la malla vial, obras y más obras, que transformen la ciudad. Ya en su primera administración, Peñalosa hizo varias que mejoraron la ciudad, pero quedaron pendientes muchas, entre ellas la más odiada por el exalcalde: el metro, al que todos los días le pone palos en la rueda, para no hacerlo.
Peñalosa está ahora en el ojo del huracán, por varios motivos: el Plan de Desarrollo, el destino de la reserva forestal, la venta de la empresa de teléfonos, la inseguridad, el desempleo y el rumor de que están en camino varios negocios que convertirían los pueblos cercanos a Bogotá en dormitorios.
El problema no es exclusivo de Bogotá: afecta a todas las capitales, hacia las cuales han inmigrado gentes sin raíces, sin amor por las tradiciones, sin civismo, con el único pensamiento de conseguir para la comida y el arrendamiento. Ellos han llevado a las alcaldías gentes a extrañas con la idea de hacer dinero.
Aquí han sido elegidos exótico profesor, un líder sindical y un guerrillero retirado. Todos ineptos, al punto de que no se ha puesto el primer clavo de ansiado metro, que si funciona en Medellín. En otras partes se han denunciado todo tipo de delitos, que aquí tienen en la cárcel a un alcalde, varios concejales y unos congresistas. Todo un mosaico de cacos.
Para no caer en el pecado de acusar sin pruebas, se debe hacer un examen: ¿para qué cree usted que su alcalde quiere el poder, para hacer obras o para hacer dinero? Piense un minuto, como si fuera a reelegirlo…GPT