Están las redes sociales inundadas con el temita del paro del 21 de noviembre contra el gobierno Duque, liderado por la extrema izquierda, que busca “repetir” el chilenazo en Colombia. Y aunque el gobierno Duque no es exactamente lo que esperaban los colombianos, estamos muy lejos del caso ecuatoriano o chileno. Porque si fuera por malos gobiernos, Santos debió ser derrocado en el primer año de su primer mandato, antes que hiciera las gracias que hizo.
Pero repito, la extrema izquierda lidera este “paro”, principalmente los expertos en asonadas, que con el apoyo de los de siempre, el grupúsculo de estudiantes universitarios ideologizados, los maestros, que además se pegan a cualquier paro cuando no hacen el propio, algunos sindicatos, asonal (asonada) judicial, y demás grupos de la “sociedad civil” que buscaran mediante la anarquía y el vandalismo “mostrar” que Colombia está harta del neoliberalismo capitalista y quiere ser una patria castro-chavista donde el que se manifieste contra el régimen termina en el sebin bajo el cepo, cosa que a la mamertada nacional les parece bien. Y ellos no sabrán nada de vándalos infiltrados.
Tiene mucho parecido a los paros armados que hace la guerrilla en sitios como el Catatumbo, el Sarare o Montes de María; y no es coincidencia. Y al otro del día del paro, “sus” (de ellos, de los izquierdistas) periodistas registraran los desmanes del esmad y los universitarios harán otro paro para pedir que se acabe el esmad. Porque los de extrema izquierda no quieren que los detengan: quieren impedir la fumigación de coca, el bombardeo a campamentos de narcoguerrilleros apoyados por Venezuela, y que se acabe la “represión” contra el vandalismo popular. Y claro justicia transicional para los que reclutan menores campesinos, trafican con coca o ponen bombas en clubes y centros militares. La Pax Romana, que consistía en que se hacía lo que Roma quería o se era ajusticiado, se convirtió en Colombia en la Pax Santistus, el estado que por decisión del Nobel pasó a la guerrilla, y el que se oponga
será ajusticiado en los medios de comunicación.
Hoy la izquierda exhibe la cabeza del exministro Botero en una pica que precederá la asonada del 21 de noviembre, como se hacía en la antigua Roma con sus enemigos.
Y mientras sigamos mirando estos temas con la dialéctica socialistoide del conflicto político, la lucha de clases, la liberación de la opresión capitalista, y demás dogmas de la religión mamerta, y no como el problema de orden público y seguridad que es, seguiremos asistiendo a la erosión de la democracia liberal en Colombia. Y es que por efecto de ese dialéctica izquierdista el estado social de derecho se convirtió en un estado socialista de hecho, la libertad de expresión y manifestación en vía libre al vandalismo, la libertad de cátedra en tribuna de profesores ideologizados, la extraterritorialidad de los campus universitarios en estados independientes donde se fabrican explosivos para usar contra la sociedad, que los jibaros inciten a los niños a la droga en libre expresión de la personalidad, el ejercicio político en una industria para sacar rentas del estado (basta ver el caso del robo de la ESAP en cabeza de Roy Barreras en el gobierno Santos, cuya investigación no avanza en nuestras cortes zurdas), el Derecho Internacional Humanitario se volvió patente de corso para maniatar las fuerzas de seguridad del estado, y un largo etcétera, que cada vez más nos conduce a seguir el camino de Venezuela.
Estamos avisados, no nos llamemos a engaños: el 21 de noviembre la extrema izquierda dirigirá asonadas en todo el país, bajo la mirada impávida de muchos colombianos, que cuando no son idiotas útiles del mamertismo, guardan un silencio muy parecido a la estupidez, como se gritaba en el mayo del 68. Y todo esto nos conduce a la famosa frase de Gandhi, que hoy suena lapidaria en Colombia: “Los más atroz de las cosas malas de la gente mala, es el silencio de la gente buena”. Y esa gente buena de Venezuela es la que Usted ve hoy recorriendo calles y carreteras de Colombia.
Nota final: La caída de Evo Morales en Bolivia, acaba con la teoría de Maduro que sacar del poder a un autócrata que se robó las elecciones es un golpe de estado. Un ejército no corrompido, sino al servicio de la democracia, no permite eso, como lo hizo el ejército boliviano. Porque las fuerzas militares están al servicio del estado democrático, no del gobernante de turno como lo repite el general Mejía, tristemente célebre comandante de las fuerzas militares en el gobierno Santos.