El presidente Juan Manuel Santos, con apoyo de Noruega y de los miembros del comité del Nobel, le hizo conejo al pueblo colombiano y firmó con las Farc el acuerdo 2.0 de paz, que no es nuevo, pero sí en algo mejorado. Ahora viene lo complicado, pues arrancan los beneficios institucionales, económicos, políticos y sociales que los ciudadanos esperan y que seguramente no se van a dar.
Así pues, del discurso demagógico del Gobierno que arrancó en 2014, en la campaña presidencial, ahora deben pasar a la cruda realidad económica de un país en franca crisis, que verá cómo 2017 trae más desempleo, mayor costo de vida y mayores impuestos, sin que por lado alguno aparezcan los beneficios que el Gobierno prometió a cuatro vientos. Del nirvana que les pintó a los colombianos con la paz, ahora se enfrentará a la falta de recursos para pagar el posconflicto. Las Farc, por su parte, seguirán exprimiendo al Gobierno, al reclamar incumplimientos, que necesariamente se van a dar, pues el afán de firmar dejó vacíos que cada cual interpretará a su manera.
La sociedad, dividida como quedó, cosa que le importó un pito a quienes otorgan un supuesto premio de paz, continuará en esa lucha y en esa tensión que se va a dar entre un Gobierno y unos partidos desprestigiados que al lado de unas Farc envalentonadas, pero que Colombia desprecia, tratan de venderle un proceso a una sociedad que se siente traicionada por una clase política y unos medios de comunicación que les mintieron durante años.
Un panorama difícil, pero muy propicio para la batalla ideológica que se viene en 2018. Si algo pasó en este año que termina es que los ciudadanos en el Brexit, en el No y en la elección de Trump enviaron un mensaje claro a los políticos del mundo: estamos mamados de ustedes. En Colombia esa sensación de hastío, de asco y de rabia con el mundo político tradicional se va a acentuar en este año que empieza.
Los grandes perjudicados van a ser los partidos tradicionales, el Conservador y el Liberal. El primero pierde sus espacios ante el Centro Democrático y el segundo se queda sin espacios en la izquierda o en la derecha. En la izquierda pasará lo mismo con el Polo y los verdes, que acabarán subsumidos por lo que venga de las Farc. Veremos cómo el país, de nuevo, se vuelve bipolar y la lucha entre la derecha y la izquierda, en lo que antes eran conservadores y liberales, ahora enfrentará el socialismo del siglo XXI versión Colombia con un nuevo conservatismo ideológico, que une varios partidos con ese perfil, el CD, los conservadores y Cambio Radical.
¿Qué pasará con el centro? En un momento de incertidumbre económica, con gran incertidumbre política, esta fuerza vital de la política moderna se polariza. En Colombia la elección del No mostró la fuerza de ese espacio de hastío ante la corrupción del actual Gobierno y el despilfarro de recursos, que no van a cambiar en estos 17 meses que quedan para las elecciones y que, por eso, se presenta como la gran oportunidad de cambio.
Quien mejor represente exactamente lo contrario a lo que hoy gobierna a Colombia, tiene la mejor oportunidad de ganar las elecciones presidenciales. Quien logre canalizar esa ira que hay contra la corrupción derrotará al establecimiento político y mediático que Santos va a tratar de alinear para defender su futuro.
Es muy posible que Santos y su gobierno acaben como Lula y el suyo. Una cosa es el presidente hoy con chequera y puestos en mano y otra el 8 de agosto con un desprestigio tremendo. Uribe, con el prestigio aguantó. Casi no. Santos, no veo cómo. En política esas cuentas se pagan y Santos, que tratará de blindarse en estos 20 meses que le quedan ya tiene el sol a la espalda. Difícil futuro el que nos espera.
* Ex vicepresidente de la República.