La movilización social en Colombia es un fenómeno recurrente y eficaz. Cada día se presentan al menos 5 protestas, plantones o manifestaciones en todo el territorio nacional. Sin embargo, la mayoría de ellas son ineficaces para asuntos urgentes, como la salud, y eficaces y sensacionalistas en aspectos como el de la intolerancia.
Esto se ejemplifica en la situación que se ha vivido en lo que lleva el año: Por un lado, profesionales de la salud protestando por las pésimas condiciones laborales y por la falta de insumos para atender las necesidades médicas con calidad, quienes no son escuchados, con quienes no se generan mesas de diálogo y quienes siguen prestando los servicios con normalidad, a pesar de los incentivos negativos que se presentan en su rubro.
Por otro lado, señores y señoras de familia indignados por la posibilidad que abre MinEducación para que se acabe el matoneo por orientación sexual en las escuelas. Esta población de rectores de la moral y vigilantes supremos de los ‘valores’ sí son escuchados y hasta reciben disculpas del Presidente de la República.
Es triste ver cómo la movilización social en nuestro país se desarrolla de forma tan ambigua y se ejecuta hacia objetivos poco racionales y hasta esquizofrénicos. No comprendo cómo alguien puede pensar que hablar de orientaciones sexuales y de respetar la diferencia en los colegios pueda perjudicar a los niños. En primer lugar, porque la educación sexual no se impartiría a niños de 6 o 7 años, sino a jóvenes y adolescentes, y en segundo lugar, porque cultivar la tolerancia no es algo malo, aunque así lo vean muchos.
Se ve, a leguas, que a la Ministra le quieren cobrar el que sea gay, y que su orientación sexual pesa mucho más que su gestión. Si algo quieren cobrarle a Parody, cóbrenle la pésima ejecución y control del PAE, la malversación de fondos de las escuelas, la falta de infraestructura en los colegios, la falta de evaluación de los profesores y la poca atención que presta a las necesidades de las instituciones rurales del país. Si hay que pedir la cabeza de Parody, que sea por eso, pero no por su inclinación sexual.
Lo que muchos no han comprendido, a pesar del pésimo desempeño de Gina Parody como Ministra de Educación, es que está tratando de hacer un esfuerzo para que los niños y jóvenes del país tengan un ambiente de sana convivencia en sus instituciones educativas, y que la cartilla, o el documento de trabajo, no se enfoca sólo hacia la diversidad sexual.
Allí también se habla de diferencias económicas, sociales, étnicas y raciales que deben ser abrazadas en la tolerancia y que no deben ser motivo de discriminación en los colegios. Recuerdo cuando en mi colegio no permitían el acceso de niñas cuyos padres fuesen divorciados o viviesen en unión libre, eso era motivo de burla y juicio, pero ahora es más el común denominador y pasó a ser algo común en las instituciones. De pronto en algunos años, la orientación sexual e identidad de género no sean motivo de exclusión en el ambiente escolar. Por eso, creo que la propuesta de MinEducación es válida.
Si la iniciativa de Parody tiene éxito, no tendremos que volver a presenciar casos como el de Sergio Urrego y el de muchos niños que día a día tienen que fingir y esconderse, para evitar ser golpeados y juzgados.
Así pues, no creo que se deba condenar a la Ministra y hacer marchas y plantones llenos de odio hacia la comunidad LGBT o promoviendo la intolerancia. De hecho, es bastante hipócrita que los que marcharon el miércoles sean los mismos que no se movilizan por el maltrato infantil, el abuso sexual infantil (cada día, 122 niños son abusados en Colombia) o la explotación comercial de los niños.
Es irónico que las personas se indignen por una noticia falsa que por los niños muertos en La Guajira; la epidemia de malaria que sufren muchos niños en Putumayo, Guaviare o Amazonas; o la desnutrición crónica, que hasta algunos de nuestros más queridos cucuteños han sufrido, como Jossimar Calvo, campeón que no contaba con la alimentación necesaria para ejercer su actividad deportiva al máximo.
Es irónico, pero sobre todo muy triste, que la movilización social se enfoque en criticar la diferencia y promover la intolerancia, en vez de ser una herramienta de lucha contra la desigualdad, la injusticia y la exclusión.