Si uno analiza los ganadores de premios Nobel de Paz, acaba preguntándose cómo funcionan los jurados de Oslo, pues con base en quienes lo han ganado, no parece haber una clara línea de decisión. Desde Teddy Roosevelt el presidente de la “liberación” de Panamá de Colombia, pasando por los arquitectos de la fracasada Sociedad de Naciones, hasta Henry Kissinger y exterroristas judíos y palestinos, figuran en sus listas. Parecería entonces que parece tener fuerte influencia la coyuntura política del momento.
El ganador más reciente es Juan Manuel Santos, y uno de los más famosos es Nelson Mandela, lo cual como veremos a continuación, muestra las contradicciones de Oslo; no se podrían encontrar dos personajes más opuestos.
Nelson Mandela inició a temprana edad la lucha contra el régimen surafricano racista del apartheid, que lo llevó a tomar las armas e intentar tumbar el gobierno blanco, por lo que cayó preso por 27 años, sometido a trabajos forzados. Salió de la cárcel en medio de una gran convulsión sociopolítica a negociar el fin del apartheid que lo llevó a la presidencia de su país. Todos esperaban un modelo de gobierno basado en el resentimiento y la venganza, pero por el contrario Mandela desplegó una gran dosis de humildad y carácter, que le permitió unir un país dividido por el odio histórico.
Por su parte, Juan Manuel Santos nació rico y estudió en los Estados Unidos. Saliendo de allí fue enviado a la oficina de Londres de la Federación de Cafeteros y después ocupó cargos por nombramiento en todas las presidencias, alternadas con épocas de editor de El Tiempo, el periódico de su familia. Durante el gobierno Uribe fue nombrado ministro de Defensa, desde donde “supuestamente” fue el gran impulsor de la guerra contra las Farc. Llegó a la Presidencia por el apoyo de Álvaro Uribe, a quien, durante la primera posesión colocó en lugar central para agradecerle darle la Presidencia. Nadie esperaba que fuera una marioneta de Uribe, pero dio un viraje hacia la “paz” con las Farc que creó fuerte reacción en el país. Pasó raspando la reelección, y ahí mostró su perfil soberbio y su ego desbocado, enfrentando al país y haciendo con la institucionalidad lo que le dio la gana, ignorando el resultado del plebiscito, llevando al país a la mayor crisis política desde la lucha liberal-conservadora. Es el camino de vi
da opuesto al de Mandela, quien pasó de la guerra a la grandeza. Y en un arranque de cinismo, en la instalación del último período de sesiones del Congreso de su presidencia llamó a deponer egos y dejar la polarización, sin ofrecer absolutamente nada distinto a seguir haciendo lo que le dé la gana.
La historia, el juez final, ubicará a cada uno en su debido sitio, y a buen seguro, no compartirán el mismo cartel como en el Nobel de Paz. Para el mundo, Juan Manuel Santos se perderá en la bruma de lo insignificante, y para Colombia, será el presidente que generó el nuevo conflicto colombiano.
Estamos en el último año del gobierno Santos, entre la incertidumbre sobre el agravamiento de lo económico, lo político y lo social, y la esperanza que pasé rápido. El gobierno Santos pasará como otra década pérdida de Colombia y una de las etapas de mayor desinstitucionalización, que nos puso a puertas de una nueva constituyente, que algunos quieren que sea estilo Maduro. Como siempre en Colombia, una vez más en 2018, la alegría no estará en lo que venga sino en lo que se va.