La utilización de sustancias prohibidas en otros países, la segura aprobación para extracción de petróleo por técnicas no amigables con la naturaleza, el no reconocimiento a comunidades afectadas por procesos de minería son hechos demostrables que en Colombia la sostenibilidad ambiental solo está contemplada en el papel.
Mientras muchas naciones han reconocido que el glifosato tiene incidencia en la presencia de enfermedades y han abolido su uso, como en Argentina donde una docena de ciudades ya tomaron esa decisión, aquí el Ministro de Defensa, Guillermo Botero, en forma oronda y con tono displicente explica “hasta el cansancio” según sus propias palabras que este compuesto químico es inofensivo, y que está presente en innumerables productos. Lo reitera tratando de abolir el temor de la ciudadanía que ya ha escuchado como en países europeos también se cuestiona el uso de esta sustancia. A nuestra nación le ha parecido la técnica de la aspersión la más idónea para erradicar cultivos ilícitos. Una aspersión que no establece límites entre las plantas alucinógenas y las comestibles, que es diseminada por el viento y que por consiguiente va trasladando su toxicidad contaminando suelos y agua.
Desde el año 2015, la Organización Mundial de la Salud, dio la voz de alerta catalogándolo como un elemento cancerígeno probable; sin embargo no ha sido suficiente para impedir la continuidad de su uso. Los intereses económicos de las grandes empresas, como la alemana Bayer, han impedido que realmente en el mundo se analice profusamente sus implicaciones. Anta la falta de contundencia científica para determinar las consecuencias del uso de este herbicida, porque la utilización de grupos de estudios comparativos con humanos que tendrían que ser expuestos a la sustancia seria inmoral los países se han hecho ciegos y sordos ante los requerimientos ambientalistas y médicos. Estos ensayos o experimentos serían improbables realizarlos por ética y respeto a la vida humana. Sin embargo, si existen estudios a nivel citológico. Uno de ellos fue el realizado por un grupo integrado por los doctores: Claudia Milena Monroy, Andrea Carolina Cortés, Diana Mercedes Sicard, Helena Groot de Restrepo en el año 2005 donde se
visualizó mediante estudio de laboratorio que la exposición a altas concentraciones conduce a daños celulares en animales y humanos, específicamente a nivel del ADN.
Otro estudio, también citológico, realizado por los doctores Adriano Martínez, Ismael Reyes, Niradiz Reyes en el año 2007, comprueba como la concentración de esta sustancia en un lapso de 24 hasta 96 horas resultan tóxicas para las células humanas.
Otro analizó la epidemiologia de los efectos que causa la fumigación área, llegando a la conclusión: “Nuestros resultados muestran que la exposición al herbicida utilizado en las campañas de fumigación aérea aumenta el número de consultas médicas relacionadas con enfermedades dermatológicas y respiratorias, así como la cantidad de abortos espontáneos”, concluyeron los dos autores Adriana Camacho – Daniel Mejía Año:2017.
Los anteriores son algunos de los estudios científicos en Colombia, que infortunadamente son ignorados o minimizados sin ninguna contemplación amparados en la voracidad del hombre de empresa, capitalista que ante la obtención de poderío económico se vuelve depredador de la naturaleza, una que desvalida espera horrorizada no la destruyamos.