El gobierno que llega tiene que dedicarse de inmediato a estructurar una reforma que implique un cambio de modelo educativo.
Hemos experimentado avances importantes en coberturas, en lo que se refiere a básica primaria y secundaria, pero tenemos enormes rezagos en la educación superior y en la técnica.
Esto quiere decir que hay que abrir espacios para que se puedan modificar los planes de estudio en donde los jóvenes que ingresen al bachillerato, puedan desarrollar, a la par de la educación básica, un plan que les permita adquirir conocimientos en artes y oficios, de tal manera que toda esa inmensa masa de estudiantes, que puede llegar al 60% que no puede ingresar a la universidad, esté en capacidad de contar con el conocimiento básico que le permita emplearse en un oficio, para lo cual ha podido aprender durante su educación secundaria.
Esto significa que junto con el título de bachiller, también se pueda obtener el de técnico en electricidad, carpintería, sistemas; o en música, pintura, teatro o cualquier actividad cultural, de tal manera que sea posible incorporarse a un oficio productivo que le permita generar ingreso y de pronto encontrar el vehículo idóneo para continuar sus estudios en lo que sabe hacer.
Por otro lado, es necesario trabajar arduamente en el mejoramiento de la calidad de la educación actual, en donde podemos observar serias deficiencias, pues estamos rajados en las pruebas del saber, al no alcanzar los niveles indicados en la comprensión de lectura, elemento básico para asimilar la enseñanza y para desarrollar el pensamiento crítico, razón que también tiene una honda implicación en los niveles de deserción escolar o de rezago en el plan de estudios.
Pero también preocupa que la enseñanza en materias fundamentales como Ciencias y matemáticas esté marcando niveles de aceptación muy bajos, situación que coloca a nuestros estudiantes en serias desventajas respecto a los jóvenes de otros países.
Y dentro de todo este marco, resulta fundamental el compromiso de los profesores y de la familia: Los primeros en el mejoramiento de sus capacidades pedagógicas y en lo que debe ser el acompañamiento del alumno, y los segundos, en la vigilancia de los procesos y en el fortalecimiento del compromiso de capacitación, pues alumno, profesores y familia, tienen que constituir una alianza indisoluble, en donde cada cual tienen que tener identificado su compromiso.
Si se asimilan estos conceptos dentro de una reforma educativa, mucho estaríamos haciendo por el futuro de Colombia y también por los elementos de igualdad y justicia, que deben regir nuestra educación, con oportunidades claramente identificadas y al alcance de todos.