Si algo extrañamos los viejos es la falta de calidad de nuestros dirigentes, varios de los cuales aparecen enredados en problemas que hubieran hecho sonrojar a nuestros abuelos.
Es inaudito y vergonzoso que un exalcalde de Bogotá, el segundo cargo en la jerarquía burocrática del país, haya sido condenado por meter la mano en las arcas distritales para beneficiarse con la adjudicación de unas ambulancias para la atención de las urgencias de la inmensa ciudad en que se ha convertido la capital.
Pero no solo el alcalde fue el autor del bochornoso delito. También fue condenado su hermano, un senador izquierdista que había sido alcalde de otra ciudad capital, Bucaramanga, por la misma razón: corrupción en altos cargos de elección popular, donde había sido colocado por despistado electorado que lo eligió con el pensamiento de que se trataba de alguien de izquierda, respetuoso de los dineros públicos, además de nieto de exmandatario. ¡Qué desilusión se llevaron quienes habían votado por ellos!
Infortunadamente, este no es el único caso que haya afectado la credibilidad de los colombianos.
Las páginas judiciales se han llenado con las "proezas" de los funcionarios que creen que el erario público es bien mostrenco que todos pueden saquear a su antojo.
La lista de fugitivos de la justicia es larga y a medida que se conocen más nombres, en la misma medida crece la desilusión de quienes todavía creen en la democracia.
Entre los fugitivos se encuentran un antiguo comisionado de paz, un ministro de Agricultura, los directivos de varias entidades oficiales, miembros de juntas directivas, concejales capitalinos, parlamentarios.
En fin, ningún estamento ha escapado a la acción de los pillos que son culpables de muchos de los problemas que afrontan nuestros bolsillos.
La última proeza de los personajes adictos a los fondos oficiales es el sector energético, que tiene muchos recursos, por la obvia razón de que es el motor del progreso nacional y, por tanto, posible fuente de dinero para los avivados.
Varios nombres se han hecho famosos entre los periodistas y los investigadores. Se ha hablado de Reficar, que se tragó millones de dólares, y de Isagén, empresa generadora vendida como si se tratara de gallina flaca, sin pensar en la posibilidad de una sequía que se comió los embalses y abrió la puerta a posible racionamiento.
Ha sido inevitable, al traer a la memoria los recuerdos, volver a pensar en las administraciones de Carlos Lleras, Alfonso López, Enrique Olaya Herrera, Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez, que tuvieron
defectos que no se pueden negar, pero que no fueron acusadas de apoderarse de los dineros oficiales.
Es famosa la frase de un mandatario de que en el gobierno se puede meter la pata pero no se puede meter la mano.
Mucha falta nos hace la presencia de uno de los viejos jefes, que le ponían orden a las discusiones.
Hoy no hay quien calme los ánimos y evite los choques, Vamos con los ojos abiertos hacia el abismo.
¡Qué susto! GPT