Nuestro mundo político se reduce al corto plazo, pues cada período presidencial inaugura una “nueva era” y empeña “vigencias futuras”, en la búsqueda de cumplir ese cometido. Por eso hablar de geoestrategia, la cual se enmarca en el mediano y largo plazo, es un imposible en Colombia. Pero haciendo un ejercicio de abstracción mental, y asumiendo que el país logró cambiar su sistema político, a una real democracia liberal actuante en la búsqueda del desarrollo, analizaremos las posibilidades geoestratégicas de Colombia.
La consideración primera, es a la realidad regional del país, dictada por la geografía y la historia, que en la mayoría de los casos es solo el relato del abandono. Una regionalización real implica una descentralización administrativa, y por lo tanto, una nueva estructura política del estado, en este caso una visión más autonómica de las regiones. Aquí cobra mucho más sentido la separación de las jefaturas de estado y de gobierno, un Senado nacional y cámaras legislativas regionales, con un poder judicial federativo en lo esencial de seguridad y orientación nacional, y con autonomía, en asuntos de desarrollo. Pero, por el riesgo que esto implica a la unidad nacional, un plan masivo de obras de infraestructura de conexión multimodal entre regiones, y no sólo de las regiones al centro, se hace imperativo. Los modelos de financiación de obra pública se vuelven entonces centrales para lograr esta cobertura, sobre la base de un modelo de producción basado en la generación de riqueza y no en la distribución política de rentas. Abandonar la visión del estado colectivista, es un requisito sine qua non, para lograr el propósito, así como reducir el gigantismo de la burocracia estatal. Un estado integrado en lo físico y descentralizado en lo político, haría de Colombia un potencial poder regional. Ningún país se desarrolla con una visión hacia adentro, sino con una visión hacia afuera. En las costas y en las fronteras se dan los intercambios con el mundo.
En lo regional, nuestro alter ego es Venezuela, como se observa actualmente. Como mencionaba Robert Kaplan estos dos países son parte de la cuenca caribe, y por lo tanto, de la zona de influencia directa de los Estados Unidos, potencia con la cual hemos llevado una relación totalmente asimétrica. Mientras nosotros cumplamos con sus “intereses”, la potencia deja que los criollos hagan lo que quieran, lo que explica el desinterés de Estados Unidos por el devenir de estos países, que permitió fenómenos como el de Chávez. Por eso nuestra relación con Venezuela es siamesa; poderosa con regímenes trabajando unidos por el desarrollo, pero tóxica, de manera contraria, como se observa en una de las fronteras más degradadas del continente.
Pero Colombia, es importante para Venezuela, convirtiéndose en su corredor al pacifico, mientras que Venezuela daría conexión a Colombia con la costa brasileña, corazón del sur continental. Lo que pase en Colombia es tan importante para Venezuela, como lo que pase en Venezuela es importante para Colombia. La coyuntura actual de estado fallido de Venezuela, con una Colombia políticamente destrozada por el desastroso gobierno Santos, es la más grave de la historia conjunta, y por eso las elecciones de este año en el país serán definitivas en el futuro o no futuro de ambos países.
Con el resto de los países andinos, la unidad se daría geográficamente por el pacifico. Entendiendo que el futuro mundial se dará en la cuenca pacifica, no estar ahí sería salirnos de la ola de la historia de la que siempre hemos estado rezagados. Pero la visión pacifica obliga al país a abandonar su visión desde las montañas, desde ese centralismo andino y volcarlo a los mares y las fronteras, esquema que nos ha gobernado desde Núñez.
Pero, además, la visión hacia afuera implica desarrollar infraestructura de la cual no tenemos absolutamente nada: la conexión oriente-occidente del país, que conlleva a su vez a una nueva visión de la Orinoquía. Integrar un país desintegrado en lo geográfico y lo político, es el reto, que no se puede abocar con las instituciones que tenemos. La profundización de la alianza del pacifico con México, Perú y Chile debe ser el inicio de esta concepción pacífica. El objetivo real debe ser pertenecer a la gran alianza Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), liderada hoy por China ante la intención de Estados Unidos de abandonarla.
Cúcuta tiene su futuro en convertirse en la conexión de salida, económicamente eficiente, de Venezuela al pacifico, que hace al tren al Magdalena medio el proyecto de supervivencia local. Deberíamos exigir a nuestros candidatos a corporaciones públicas y presidencia una real intención en el desarrollo logístico de la ciudad, la cual debemos planear nosotros desde la sociedad civil. Lo demás será repetir el episodio cuatrienal de promesas sobre lo divino y lo humano, manteniendo el régimen incólume para seguir consumiéndonos en el subdesarrollo.