Mañana inicia el ciclo de votaciones de 2018, que a más tardar en junio nos dejará un nuevo mapa político, en un país viviendo una de sus horas más difíciles. El grado de desinstitucionalización al que hemos llegado, haría pensar en la necesidad de un replanteo total de la hoy moribunda carta constitucional de 1991; pero ante el desorden generalizado, que Petro y las farc quieren revolver, podría ser más bien un suicidio.
Un cambio de rumbo debería venir del poder legislativo; pero el Congreso el gran parte del problema, más que ser parte de la solución. El poder legislativo que elegimos mañana, quien debería actuar como el control político ante los desbordes del ejecutivo, hoy actúa como un apéndice de aquel, vía la repartición presupuestal. Esto ha convertido la elección parlamentaria, en la búsqueda de un botín por parte de empresas electorales, criminales o no, que buscan “vender caro” su voto a un ejecutivo venal, que tampoco cuenta con controles de orden jurisdiccional. Por eso hay que hacer valer el voto, para al menos dar la señal de cambio. Muchos votos, hacen más difícil comprar el “puestico”. Romper la abstención es el camino.
El partido de la U, el liberal y el conservador, son los campeones de estas prácticas “empresariales”, y obviamente, no son agentes de cambio, son, en su mayoría, agencias de cobro; son los perpetuadores de lo existente. Por otra parte, aprovechando esa desinstitucionalización, así como la “corriente mamerta” que dejo el acuerdo Santos-farc, aparecieron los partidos de “lobos con piel de oveja” y nombres correspondientes que llaman a “profundizar” el modelo colectivista, en la senda Venezuela. Allí están “todos somos Colombia”, “la lista de la decencia”, “la fuerza del común-FARC”, partes del Polo, “que es una agrupación de matices de izquierda”, según ellos, desde los que validan las guerrillas hasta socialdemócratas, pasando por los filo-maduristas, entre otras. Son los que quieren “más democracia” en el sentido chavista de poder popular que elimina los demás poderes. Pero claro, son “puros”. Cada parlamentario así elegido es un voto a capturar, y la palabra bancada, solo existe para negociaciones en bloque.
En ese caldo político pululan también los movimientos confesionales, que quieren la Biblia, no la Constitución y marcas registradas donde cabe cualquiera que pague.
Solo el verde (aunque no todo) y el centro democrático actúan como bancadas, siendo este último el real partido de oposición al gobierno Santos. Aunque el verde ha presentado fisuras en el apoyo a Fajardo, por los filopetristas que hay en ese grupo. El resto en su mayoría serán maquinarias o arrastre populista, que para esta elección muestra su peor cara.
No crea tampoco en el mito que el Congreso es un cuerpo de ángeles. Las caricaturas de congresistas con bajos sueldos, sujetos a todo tipo de delitos e investigaciones, pensando sólo en trabajar, no solo es dañina, es estúpida. El Congreso debe ser el lugar donde los diferentes intereses de la sociedad se equilibren, bajo un común acuerdo de democracia liberal; no debe ser donde “quepamos todos”, incluyendo a los que quieren acabar con la democracia imperfecta que tenemos, e imponer una visión totalitaria. Procure votar por verdaderos demócratas, cuyo objetivo no sea solo mamar del estado, sino que busquen un modelo de sociedad, desde sus intereses, equilibrados con los demás. El problema es que no solo debería haber honestidad y coherencia, sino conocimiento, pero eso es pedir mucho. Y hay muy pocos de esos en el tarjetón. Hay que afinar los sentidos; se nos acaba el tiempo. Mañana es la gran encuesta. Paso 1: Participe. Paso 2: Vote pensando. No se abstenga; como dijo Churchill de Inglaterra en los años 40,
vivimos nuestra hora más delicada.