No voy a hablarles del personaje de ficción que, lleno de amarguras y resentimientos se refugia en sembrar el caos para vengar sus traumas y complejos personales, sino de quien, por similares causas, ha trasladado sus carencias de humanidad al terreno de lo público, afectándonos a todos.
La columna de hoy gira en torno a una persona menos importante que el enemigo de Batman por antonomasia, que no trascenderá (al igual que el “Guasón”) por las cosas buenas de su gestión, sino por todo lo contrario: el desastre que dejará a su paso.
El principal problema de Claudia López es precisamente ella: un ser humano, atormentado consigo mismo, es incapaz de brindarle nada bueno a los demás, y no lo digo por su condición sexual, porque nada tienen que ver las preferencias de cada quien, con el hecho de ser una mala persona.
Y es que Claudia López hace parte de ese grupo de colombianos que medran y se desenvuelven en todos los ámbitos de la vida nacional (desde la política, pasando por la academia, la justicia, el litigio en derecho, el periodismo, el empresariado etc.), que, por más que logren alcanzar metas y propósitos, nunca dejarán de ser unos resentidos sociales, que tienen, a como dé lugar, que cobrar sus cuentas pendientes pasando las respectivas facturas con intereses y todo.
Colombia está llena de “guasones” que no son sino pequeñoburgueses que albergan oscuros sentimientos en su corazón, por distintas razones: porque fueron rechazados por sus padres o por su origen humilde lleno de limitaciones, o porque nadie hasta cierto punto los tuvo en cuenta.
Sobran razones para aquellos a quienes mueven el odio, los complejos y la venganza. El problema es humano, y, por ello, un gobernante no solo debe reunir unos requisitos técnicos y profesionales para asumir dicho rol; también necesita contar con la suficiente condición humana para dirigir a su pueblo por la senda del progreso, el desarrollo y la prosperidad. El imaginario de un líder no puede estar limitado por sus conflictos internos o sus intereses mezquinos, si lo que se quiere es resolver los grandes problemas de la sociedad.
Dicho de otro modo, a Claudia López todo le sale al revés, (cuando de gobernar se trata) por mala gente; pues dicho comportamiento lleva a quien lo padece a ser errático, incoherente, “tripolar” e inconsecuente.
Claudia es una incendiaria profesional y, en esta época de poca profundidad en el análisis, ella vive de armar conflictos, peleas, de generar titulares y tendencias, para ocultar el desastre de gobierno que está haciendo en Bogotá.
La abanderada de la anticorrupción lideró el despilfarro de 20 mil millones de pesos en el elefante blanco de Corferias y ejecutó un robispicio con el convenio de “ayudas humanitarias” a través de la Cruz Roja - en otra columna me ocuparé de este entuerto, contratado y adjudicado a dedo, con sobrecostos y protegido con la aceitada politiquería de la “Guasona” y su equipo -.
La alcaldesa de Bogotá, con su aplanadora de repartija burocrática acaba de aumentar los impuestos a los bogotanos, en medio de la mayor crisis económica y de endeudar a la capital por más de 10 billones de pesos.
Esa misma “Guasona” ha permitido que el crimen se tome la capital; Transmilenio es una trampa mortal, montar en bicicleta es una actividad que cobra la vida de los ciudadanos, Bogotá está sumergida en el miedo, el caos, la politiquería por cuenta de una gobernante que, como el “Guasón”, promueve el terror y se refugia en las controversias superficiales, mientras su nefasto gobierno no es escudriñado y visibilizado como lo que es: un desastre.
Gracias a la “Guasona”, Bogotá está convertida en ciudad Gótica.
La ñapa I: Y sigue enredándose la fábula de las Farc, según la cual ellas fueron las que ajusticiaron a Álvaro Gómez Hurtado: las versiones de “Santrich” no coinciden con las de “Timochenko”, y así las demás. Clara señal de que mienten, para que los verdaderos asesinos del gran líder conservador no paguen un día de cárcel.