La guerra del Medio Oriente parece no tener fin. Es una guerra eterna en la que ha sido constante la ineficacia y la inoperancia de Naciones Unidas para resolver un conflicto que surgió desde el mismo momento en que la recién formada ONU creó el estado de Israel. Han pasado 75 años y la comunidad internacional ha sido incapaz de lograr un acuerdo que permita la coexistencia de dos estados con iguales derechos en el territorio. Cabe también gran responsabilidad en este desastre a Estados Unidos y la Unión Europea, que en distintas ocasiones han permitido el avance de la ocupación israelí en Gaza, el crecimiento de los asentamientos en Cisjordania y el incumplimiento de todas las resoluciones de la misma ONU. El asesinato de Rabin tras los acuerdos con Arafat en 1994 y el fracaso de las últimas conversaciones de paz en Camp David en el 2000,así como la primera Intifada en el 2006, generaron el drama que vive hoy la zona.
La inhumana situación que sufre la población civil palestina desde ese entonces es responsabilidad tanto del grupo terrorista Hamas, como de los distintos gobiernos de derecha de Israel. En el momento en que Hamas tomó el control de la franja de Gaza en el 2007, la opinión pública de Israel se derechizó totalmente y se volvió imposible avanzar en negociaciones con la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Paradójicamente, los terroristas de Hamas fueron creación del propio Israel en su torpe intento de debilitar el liderazgo indiscutible de Yasser Arafat. Las consecuencias hoy se cuentan en miles de vidas inocentes perdidas entre la población civil.
Para los colombianos se trata de un conflicto lejano que no tiene mayor interés. Por eso, resulta patético constatar que la polarización interna se traslada ahora con pasión al conflicto del Medio Oriente, con gran ignorancia sobre el tema. Es cierto que el Presidente se equivocó en forma grave al no condenar de manera clara y enérgica la incursión terrorista de Hamas, que no tiene justificación alguna. Pero se equivocan igual sus feroces contradictores al no condenar la ilegal y arbitraria ocupación israelí de Gaza y los ataques indiscriminados a su gente. Y es claro que ni la posición de Petro, ni la de sus críticos locales, incidirá en la solución o agravamiento del conflicto.
Recuerdo que en el 2005 asistimos con Horacio Serpa a una cumbre de la Internacional Socialista que buscaba restablecer los diálogos entre el gobierno de Israel y la ANP. Sesionamos un día en Tel Aviv y el otro en Gaza. De esa visita aún recuerdo los férreos controles fronterizos, la triste mirada de los niños palestinos sin esperanza, el No futuro que capitalizan hoy los integrantes de Hamas para sus bárbaras e injustificables acciones terroristas.
Lo que viene ahora para ese pequeño territorio es dramático. Si no hay una acción contundente y sensata de la comunidad internacional que busque un cese al fuego inmediato, se contarán por decenas de miles los muertos y el odio quedara sembrado por siempre. Los fanáticos de cada lado son los grandes ganadores y debemos entender que Hamas no representa a los palestinos y la derecha israelí tampoco a la sociedad de ese país. Los fundamentalistas religiosos palestinos que se niegan a reconocer el estado de Israel, y los radicales religiosos israelíes que hacen lo mismo con el derecho del pueblo palestino a tener su propio estado libre, independiente y autónomo, son los responsables de esta catástrofe que demuestra una vez más la incapacidad de la ONU para garantizar La Paz. La guerra apenas comienza y ya figuras de Israel como el ex canciller Sholomo Ben Ami o el reputado escritor Harari, cuestionan con dureza el liderazgo populista de Netanyahu. Si no hay suficiente presión para detener su furiosa reacción, ven
drán décadas de mayor sufrimiento a uno y otro lado de las fronteras que alguna vez definieron las Naciones Unidas y que hoy nadie respeta.