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La historia no lo absolverá
La relación del partido comunista boliviano y Fidel Castro es algo que quedó en el secreto.
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Sábado, 3 de Diciembre de 2016

Cuando cumplió 90 años de edad, Fidel Castro Ruz, personaje que ha estado vigente en la geopolítica por 60 años, vimos a las Farc como simpáticos muchachos celebrando este cumpleaños. También lo hizo Nicolás Maduro, Daniel Ortega, los elenos y todo extremista que se precie de serlo. Porque ese es el primer signo de la personalidad de Fidel Castro: el extremismo.

En los años 60 del siglo XX representó al joven revolucionario que se enfrentaba a una dictadura oprobiosa, apoyada por el superpoder gringo. Quien pasó a la historia como un icono fue el Che Guevara, cuya muerte llegó de manos del Ejército boliviano, con apoyo gringo y delación del partido comunista boliviano. La relación del partido comunista boliviano y Fidel Castro es algo que quedó en el secreto, otro signo del carácter castrista. 

Pero el signo más característico de Fidel Castro, como gobernante, fue su capacidad de vivir como parásito. Lo hizo poniendo a Cuba, su isla, como organismo parásito de otro Estado. En 60 años no hizo sino propuestas absurdas para crear valor a su país, que cuando no se daban transformaba en grandilocuencia revolucionaria. Su subsistencia siempre dependió de alguien lo mantuviera, aunque no necesariamente lo hacía de manera agradecida, como lo hemos visto con Venezuela. Durante la Guerra Fría el mantenimiento vino de la Unión Soviética y  a la caída de esta de la Venezuela chavista. En el intermedio estuvo el “período especial”, nombre de los juegos del hambre en Cuba, cuando no tuvo patrocinador. Y a ese período Castro lo llamó de dignidad. No era muy clara la moral de Fidel Castro.

Cuando fue parásito de la Unión Soviética prestó “su isla” para instalar misiles nucleares soviéticos de largo alcance apuntando a los Estados Unidos, generando la mayor crisis de la Guerra Fría y ocasionando el momento en que el planeta estuvo en su hora más peligrosa de extinción. Eso lo debió satisfacer porque el rasgo más prominente en la personalidad de Fidel Castro que explica su extremismo, es la megalomanía. Sin problema, ordenó matar amigos (también hubo dudas sobre la muerte de otro icónico de la revolución, Camilo Cienfuegos), antiguos socios, como se recuerda en el famoso juicio contra el general Arnaldo Ochoa, “héroe de la revolución”, y claro, ciudadanos africanos (Angola), latinoamericanos (casi todos) y asiáticos. Su megalomanía lo tornó en semidios de la muerte, que justifica con una ideología marxista-leninista que la historia dejó atrás, excepto para él y unos cuantos “revolucionarios” latinoamericanos, tan dados al caudillismo.

Y tiene un perfil que se repite en la historia: déspota ilustrado. Buen lector, cultivó amistades de la cultura, sobre todo de aquellos que lo ensalzaban como García Márquez y el cineasta gringo Oliver Stone. Buen conversador y hábil en las entrevistas, da a quienes lo tratan una imagen de persona culta. Pero es en realidad un erudito, porque el cultivar valores humanos estaba muy lejos de Fidel Castro.

Recuerda en su extremismo a otros megalómanos como Adolfo Hitler, quien consideraba que Alemania no debía sobrevivirlo, o Stalin dispuesto a eliminar cualquier contradictor, o al Califa de Isis, que quiere eliminar a los herejes, sus hermanos en el Islam y a los infieles esclavizarlos. Todo sicópata extremista, megalómano, se apoya en una ideología o una religión, que justifique su sed de poder destructivo. Pablo Escobar se declaró nacionalista.

Pero el personaje que más se le asemeja en la historia es Reinhardt Heydrich, jefe de las SD, cuerpo especial de las SS en la Alemania nazi, responsable directo de la materialización del holocausto. Físicamente cumplía los patrones del ario puro (si eso existiera), de familia acomodada, erudito y amante de la música clásica, militar destacado y extremista planificador profesional. Solo tenía un defecto era una sádico sicópata. Ordenaba muertes mientras tomaba un buen vino y oía un aria operática. Murió en atentado de patriotas checos y fue enterrado como se hacía con los héroes en la antigua Grecia. Una de las aldeas checas de donde eran oriundos los patriotas, Lidice, fue atacada por el Ejército alemán y fusilaron a todos los hombres mayores de 16 años, mujeres y niños fueron enviados a campos de exterminio, el pueblo fue destruido con buldóceres y quemado, sobre sus cenizas se esparció sal para que no naciera vida, como hacían los antiguos romanos. Un final que hubiera sido del total agrado de Heydrich. Per
o la historia lo bajó de su pedestal de héroe germano y lo ubicó como un sicópata asesino de pueblos.

La historia no absolverá a Fidel Castro, lo ubicará al lado de hombres cuyo nombre el mundo recuerda con horror como Reinhardt Heydrich. Castro tiene discípulos aplicados y extremistas, la mayoría hoy en Colombia y Venezuela. Y siempre ha contado con idiotas útiles, como vemos hoy en Colombia.

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