Que en cuatro años se hayan duplicado los casos de extorsión en el país, constituye una pésima señal de la forma como la inseguridad gana terreno, pues a este registro se suman los hurtos y atracos, que tiene en verdadera zozobra a la ciudadanía.
Según las estadísticas el año pasado se registraba un robo cada 16 minutos, y para este año, el incremento indica que la frecuencia es de uno cada 15 minutos.
Y hemos registrado también este año, 72 masacres, en las cuales ha habido un total de 222 muertos. Y como si fuera poco, la organización denominada Iniciativa Global Contra el Crimen, dice que Colombia es el segundo país del mundo con más organizaciones criminales.
Sin duda estas estadísticas nos llenan de temor a los ciudadanos, pues abordar la calle hoy en día, significa un verdadero peligro, ya que la delincuencia pulula por todos los espacios.
Y ni hablar de lo que significa el riesgo del transporte público, pues en las estaciones, paraderos y en el interior de los buses, los delincuentes no desperdician la oportunidad para hurtar celulares, carteras y toda clase de objetos, sometiendo a los usuarios del sistema a un verdadero calvario, que puede llegar hasta exponer sus propias vidas.
Todo esto hace pensar, que la seguridad ciudadana merece una evaluación más detenida, en donde resulta imperativo involucrar a los alcaldes, ya que las cifras nos demuestran un retroceso, que en verdad preocupa, pues cuando el sentimiento ciudadano expresa su temor, eso significa que la calidad de vida de las personas está disminuyendo, a la par que sus temores crecen.
La Policía Nacional acaba de sufrir un fuerte remezón, con el relevo de casi todos sus mandos, no solo a nivel nacional, sino también regional. Los nuevos responsables tienen que entender la magnitud de sus esfuerzos frente a estos delicados momentos, para que sea posible desplegar un trabajo extraordinario, que permita el diseño de acciones conjuntas que hagan detener estos preocupantes indicadores, en donde es claro que el pánico de los ciudadanos es evidente, y la esperanza de transformación es el reto inmediato.
Cuando el ciudadano percibe inseguridad, se llena de miedos, que hacen sentir un ambiente enrarecido que lo acecha y lo perturba, y lo hace vivir en medio de un conflicto en donde no es capaz de sentirse ni libre, ni protegido, sino permanentemente expuesto en su integridad.
Este panorama que hoy percibimos, de unas ciudades llenas de agresores, y colmadas de víctimas, tiene que tener un correctivo urgente, pues la delincuencia está vulnerando buena parte de los derechos fundamentales de las personas, comenzando por el más importante de todos, que es la vida.
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