El futuro habita en una atmósfera de cristal, desde donde divisa la mitología de cada uno de nosotros y la juega a la suerte, a ver a quién le corresponde asomarse al esplendor del infinito con la mirada pura.
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Los sueños entonces seducen a la memoria, con ilusiones que sólo esperan un guiño para construir recuerdos bonitos, o con reflejos del azar que se escaparon para intentar una aventura azul con la aurora.
Y la imaginación nos enseña a conjugar en el alma el verbo vivir, para entender la razón que tuvo el tiempo de sacarnos, por unos pocos años, del imaginario espiritual y encerrarnos en una prisión humana.
La estrategia del futuro ha sido convencernos de que, en la fluidez del pensamiento, los hilos de la reflexión se tienden en el camino y es necesario tejerlos con juicio y creatividad.
Es un deber legitimar ese privilegio, valorar nuestra intelectualidad nutriéndonos de estudio, salir de la encrucijada de la ignorancia y emprender una epopeya personal de evolución.
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Así, el universo nos inspira a presentir la eternidad con la inteligencia desplegada al horizonte, a bordear la fantasía en paralelo con las rutas buenas del destino y a sentirnos una opción útil de la existencia.
EPÍLOGO: En la magia de la filosofía está la clave y, aunque evadimos todo lo que signifique esfuerzo (o lo declaramos difícil y aburrido), debemos corresponder a ese don con disciplina, responsabilidad y ética.
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