Uno de los resultados más grotescos del acuerdo Santos-farc es la llamada “Comisión de la Verdad”, mediante la cual se busca reescribir la historia de Colombia desde la óptica marxista-leninista, como única forma “legal” de mirar el pasado colombiano. Puro fundamentalismo. Y como paradoja, la preside un sacerdote “liberal” de origen español; creo nadie mejor para entender de dogmatismos.
Se han hecho infinidad de estudios fallidos buscando relacionar pobreza (proletariado, en jerga izquierdista) y violencia (insurgencia, en la misma jerga). Haití, el país más pobre del mundo no tuvo nunca “conflicto armado”, ni varios países pobres del Asia subsahariana, ni ningún otro país andino con las mismas condiciones políticas y económicas de Colombia. Pero para los dogmas no hay ciencia válida. Lo que si se ha podido estudiar es la relación entre geografías difíciles con estados débiles y violencias de diversos alcances, muchas de ellas perdurables en el tiempo. El primer resultado de esas condiciones, es el no control total del territorio; sin control territorial total, no hay institucionalidad posible. Ejemplos de esto son Afganistán y Colombia. Pero no le diga eso al padre de Roux porque podría excomulgarlo, lo que en Colombia significa ser declarado pro paramilitar.
Y la visión marxista del estado ha mostrado ser una falacia, no de manera teórica, sino fáctica. Mao Tse Tung era un campesino chino, que se convirtió en el líder comunista de su país. Como todopoderoso gobernante implantó el programa de “El Gran Salto Adelante”, mediante el cual esperaba “igualar” a toda la población cubriendo estatalmente sus necesidades básicas. El estado, o sea Mao, decidía que se producía, que se comía y que se almacenaba, y quien se oponía era “reeducado”, lo que quería decir cárcel o muerte, pues lo único que le funciona a un régimen fundamentalista es un ejército “controlando” al pueblo. “El Gran Salto Adelante” llevó a China a una hambruna que cobró millones de muertos. En vez de ser juzgado y fusilado, lo cual no se pudo hacer porque él era el dueño de los fusiles, Mao decidió que a “El Gran Salto” le había faltado pureza socialista, y decidió hacer “La Revolución Cultural”, que consistió en aislar a China del “sucio” mundo capitalista. El resultado, muchos más muertos, esta vez por
“reeducación”. Al morir Mao, su legado fue dejar el país más poblado del planeta con la mayor pobreza, en extensión y profundidad.
Subió al poder Deng Xiao Ping, un no fundamentalista, y reorientó su país hacia una economía de mercado bajo control del estado comunista (el llamado modelo híbrido). Y empezó el milagro chino, hoy ralentizado: cada año, en los últimos 30 años, según Naciones Unidas, China ha sacado en promedio 28 millones de habitantes de la pobreza. Ese sí es un salto adelante, adonde se debe dar, al desarrollo, no al hambre con ideología. Eso trajo, de otra parte, inequidad en China, pues el desarrollo se ha dado sobre todo en la franja costera dejando el interior pobre, aunque esos pobres viven, todos, hoy mejor que cuando Mao. Y la dirigencia china ha hecho lo que debe, trasladar excedentes de esa riqueza costera al interior para ganar equidad: solo se puede, sosteniblemente, distribuir riqueza producida. Pero la distribución no ha sido “asistencialista” mediante “subsidios-regalos”, sino invirtiendo en infraestructura que permita que el interior también se desarrolle.
La visión mamerta colombo-venezolana filocubana de no producir riqueza y distribuir la pobreza a manera de regalo, lleva a infiernos similares a “El Gran Salto”, como ya se ve en Venezuela. El padre de Roux ya verá cómo explicar, desde la lucha proletaria, cómo un país que nunca intentó siquiera lograr su unidad física se estancó en el subdesarrollo, y propondrá “profundizar” la pureza ideológica del “estado social de derecho”, justificando el narcotráfico, que se parapeta en un país geográficamente fracturado, como un producto de la “lucha popular”. Y esa será la “verdad” oficial.