La pregunta que todas las personas nos hacemos a diario, es ¿cuándo se acabará la pandemia de la COVID-19, y cuándo regresaremos a la normalidad?
Y la respuesta la han dado con toda claridad los científicos consultados en distintas partes del mundo: la plena normalidad retornará cuando aparezca y se haya distribuido la vacuna en todos los países para crear la inmunidad contra el fatal virus. O sea, según los estimativos, en el escenario optimista puede ser noviembre, en el moderado, dentro de un año, y en el pesimista, no se sabe cuándo.
Y de acuerdo con esto, es también claro que los países no podrán ahondar ni extender las rígidas restricciones, pues la economía es necesaria para que el mundo pueda subsistir y para no agregar otra causa de muerte derivada de la extrema pobreza que genera la caída del aparato productivo.
Lo que hay que hacer entonces es trabajar sobre instrumentos de generación de conciencia, para que dentro de un marco conceptual, cualquier ciudadano del común esté en capacidad de identificar los cuidados que tiene que guardar, en cada uno de sus comportamientos dentro del ambiente que habita.
El tapabocas permanente dentro de toda interacción, así como el lavado frecuente de manos utilizando debidamente el jabón, sumado al distanciamiento prudente, serán las tres herramientas que permitirán atajar la expansión, instrumentos que permitirán igualmente aplanar la famosa curva.
Ya vemos que cada uno de los sectores que han aparecido dentro de la estrecha normalidad, han diseñado los protocolos respectivos: el transporte público, la industria, las obras civiles y de construcción, los restaurantes, los comercios y ahora las universidades; todos, pero en verdad todos, debemos estar preparados para desarrollar nuestras actividades dentro de las restricciones que impone el momento.
Como podemos ver, los requisitos esenciales no son en resumen sino tres. Sin embargo esto hace que algunos sectores no puedan despegar como el de los espectáculos públicos y los de ciertas actividades culturales que congregan buen número de personas, pero todo se reduce a que hay que trabajar mucho para poder lograr un buen desempeño dentro de este esquema. Esto quiere decir, el aprovechamiento de las herramientas que ofrece la virtualidad, para que por estos canales fluya la información y se aproveche para que la producción se pueda vender, para que las personas estén dispuestas a proveerse y para que todo se perciba normal, sin tener que actuar mucho la presencia física.
Todo ello, servirá además para disponer de nuevos instrumentos, ya más desarrollados, ya más experimentados y ya más comprobados en su efectividad, para que una vez regrese la normalidad, se pueda contar con elementos mayores que permitan la recuperación más rápida del espacio perdido. Todo lo que se desarrolle ahora, será aprovechable también después.