En todas las ciudades del mundo en donde existe semaforización de alta tecnología, los semáforos son programados para facilitar la movilidad y además para priorizar el desplazamiento de personalidades o verdaderas emergencias.
Los sistemas son diseñados atendiendo el flujo vehicular, conteos y aplicación de avanzados conocimientos en ingeniería de vías, los cuales advierten sobre los puntos críticos, la velocidad promedio de avance y otras variables de suma importancia.
Una semaforización controlada desde un panel o cabina de control, puede cambiar el color de la señal de todos y cada uno de los equipos, generando una “ola verde”, la cual permite mejora significativa en el flujo vehicular, priorizando las vías arterias sobre las alimentadoras, que en nuestro caso sería la Avenida Cero y todas una de las calles que la alimentan.
También, es utilizada cuando ocurre un desastre natural y se requiere paso prioritario a los conductores de vehículos de policía, ejército, ambulancias, bomberos y funcionarios que tengan bajo su responsabilidad la atención de emergencias, logrando llegar a tiempo al suceso.
Infortunadamente, en nuestra ciudad aún no sabemos si la semaforización instalada es un premio o un castigo, toda vez que transitar por la Avenida Cero, además de sortear una trampa en su intersección con la Diagonal Santander, es el perfecto ejemplo de una “ola roja”, en la cual, los conductores deben detener la marcha en cada esquina debido a la nula sincronización de los semáforos instalados.
No se trata de criticar una necesidad esperada por todos y que solo después de dos décadas se hizo realidad.
Lo que sucede, es que pasado un año de su puesta en marcha, no se vislumbra solución al problema de la sincronización y se podría agravar, si el contrato es recibido con tan protuberante falla.
Considero que el supervisor, debe revisar la minuta suscrita de manera integral, determinando el alcance de los trabajos, toda vez que la instalación de semáforos no es compleja, en cambio, su correcto funcionamiento es el resultado de serios estudios que hasta el momento no se evidencian.
La ciudadanía se siente frustrada, frente a una señalización vertical que sirve de nutriente a los equipos para fotodetección de infracciones, porque a la fecha, es muy fácil ser presa del concesionario y mientras tanto, o cambiamos de ruta o tenemos que seguir aguantando la “ola roja”.
El proceso fallado por el Juzgado Administrativo Tercero Oral de Cúcuta, el pasado viernes relacionado con varias decisiones tomadas por la actual administración, es el primer paso a una situación jurídica que tendrá que ser resuelto en otra instancia y cuando eso suceda, será la nueva administración municipal a quien le tocará reversar o seguir el camino de las sanciones por medio de las llamadas “fotomultas”.