Desde que La Opinión dejó de mandarme a Cartagena a cubrir a las reinas, es muy poco lo que por aquí se sabe de ese reinado, que antes llenaba páginas enteras de revistas, diarios y folletines. Hoy nadie les para bolas a los reinados de belleza.
Recuerdo el primer reinado en Las Mercedes, hace muchisísimos años. Las hermosas candidatas eran Fidelina Melo (después señora de Velásquez), y Nerys Gómez (hoy señora de Prada). Como no había carretera ni carros, las reinas desfilaban a caballo, y sonreían, como las reinas de verdad Se trataba de hacer plata para terminar la construcción del templo, y las reinas vendían chicha, empanadas de yuca y rifaban pollos asados. Hacían bailes públicos y había que pagar para bailar con sus majestades. El pueblo era una sola fiesta. Y hasta el cura bailaba. La noche de la coronación alguien cayó en cuenta que a la ganadora había que coronarla, entonces improvisaron una corona con papel dorado, y para el cetro forraron un gajo de naranjo sin espinas con papel plateado, del que venía en las cajetillas de cigarrillos Pielroja. No supe cuánta plata se reunió, pero se hicieron las torres de la iglesia.
Recuerdo también el reinado de la belleza nortesantandereana cuando se realizaba en Chinácota. La llegada de las reinas a la ciudad, provenientes de sus diferentes municipios, era una locura alegre. Cada carroza llevaba su papayera y la reina bailaba y tiraba picos al aire y las calles estaban llenas de gente y el parque quedaba pequeñito. Había pólvora, repiques de campanas, música a todo volumen y alguna botella de aguardiente, de boca en boca. Cada candidata llevaba su comitiva y había derroche de todo. Se trataba de elegir a la más bella nortesantandereana como nuestra reina, para que nos representara en el reinado nacional de la belleza, que se celebraba en Cartagena, un día como hoy, 11 de noviembre, de todos los años.
Un mal día, la sede del reinado departamental se la trajeron para Cúcuta, y la fiesta bajó de tono, la alegría se cambió por caras largas y Chinácota perdió uno de sus grandes atractivos turísticos.
En Cartagena, el reinado nacional también perdió puntos. Hasta hace unos años, el país se enloquecía por culpa de las candidatas, y Cartagena pasaba a ser la capital de la belleza. Cada departamento enviaba su representante y la ciudad amurallada se volvía un alegre despelote. Las reinas con sus séquitos se tomaban las calles históricas y las no históricas. Desfiles, comparsas, visitas al castillo de San Felipe y a los barrios pobres para tomarse fotos con los niños negros. Sonrientes, siempre sonrientes, las soberanas terminaban el día mamadas de tanto corre-corre y tanto ajetreo, pero los colombianos disfrutábamos durante una semana del espectáculo de los 90-60-90.
En casa, mi mujer llevaba los puntajes y yo, desde Cartagena, le iba actualizando las cifras: súmele a la de Antioquia, réstele a la valluna, la del Norte ni truena ni suena (una vez sonó y tronó Leonor Duplat Sanjuán, y ninguna otra volvió a tronar), la bogotana está sobrada, la de Vichada dizque tiene un hijo, en fin…chismes van y chismes vienen, el país se olvidaba de los problemas y todos hacíamos cábalas y pronósticos sobre las favoritas.
Hoy ni en los noticieros, ni en los periódicos, ni en las cocinas se habla de las reinas. Ahora el tema es la revocatoria del mandato al alcalde de Cúcuta, la apertura de los puentes y el virus que otra vez está cogiendo fuerza. ¡Cómo nos faltan las rein as!
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