La paz no es derecho efectivo si no se dan las condiciones para su funcionalidad. Asumirla como un hecho de cotidiana vigencia implica no solamente renunciar al uso de las armas sino también mantener el reconocimiento a una conducta de convivencia y la sujeción a una pedagogía que lleve a la compresión de las posibilidades inherentes a la existencia humana, a la vida. Es decir, darle a la sociedad las garantías de satisfacción plena a sus necesidades.
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Cuando se promueve la erradicación de la violencia generada por los grupos armados de origen político o de meros fines criminales para amparar intereses particulares, se deben tomar en cuenta los factores que llevan a esa situación perturbadora. Los que se benefician de las confrontaciones de fuerza no reparan en la gravedad que encarna esa lucha de exterminio. La estimulan. Por eso se oponen a las soluciones que representen seguridad colectiva o constituyan una apertura al entendimiento. Atizan así su oposición a las reformas que buscan la abolición de la desigualdad predominante en la nación. Se aferran a que nada cambie y que se insista en el modelo ya caduco, mediante el cual los que más tienen se consideran intocables para no ceder en sus privilegios clasistas.
Para consolidar la paz en Colombia se impone una reforma agraria que rompa el monopolio feudal de la tierra y le dé a esta la utilidad productiva que debe tener, en beneficio de la economía en general. Es la erradicación de la pobreza en el campo y la articulación de una fuente sostenible de bienestar general. Se trata de salir sin más demora de un atraso que ha servido para acumular carencias o ser caldo de cultivo de los recurrentes conflictos. Es una frustración cruel y dolorosa, sostenida bajo el signo del egoísmo ciego y sordo.
La paz también debe estar soportada en la democracia que haga sostenible la legitimidad del ejercicio de la política. Y para que las decisiones de gobierno estén pensadas conforme al interés público, libres de la compraventa del voto ciudadano o de las trampas de los clanes que se han adueñado del poder.
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La democracia tiene que ser activa contra el fraude, contra todo lo que deforme la correcta utilización de los recursos destinados al bienestar de todos, con educación, salud, seguridad, empleo y protección del medio ambiente para salvarlo de las prácticas depredadoras predominantes. Es una causa vinculante que no admite omisión.
La paz total que propone el presidente Gustavo Petro debe unificar a los colombianos, con la visión de hacerla perdurable para que no se repitan las atrocidades que se dieron en las luchas en que han sido actores guerrilleros, paramilitares, agentes del narcotráfico y hasta miembros de la Fuerza Pública del Estado. Paz total, o sea, sin exclusión y a profundidad, con reconocimiento de los derechos ciudadanos. Colombia tiene que salir del abismo a que la ha llevado la violencia durante tantos años. Una violencia de aniquilamiento, con tantas víctimas que sucumben ante la indiferencia de gobernantes que le han hecho resistencia a la paz.
La paz de todos es el saneamiento que la nación necesita como prioridad.
Puntada
El trabajo cultural que realizan la corporación Almendrales y Hojarasca y la Asociación Casa de Piedra merece tomarse en cuenta. Hay que estimular lo que hacen.
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