La estadística creativa de este Gobierno, aunque también ha sido usada por gobiernos anteriores, muestra mucho más de lo que dice. Me refiero al reciente informe que entregó el DANE sobre pobreza en Colombia, que tiene como gran conclusión que la pobreza monetaria ha aumentado mientras que la pobreza multidimensional ha disminuido. Los medios de comunicación quisieron desentrañar que significaba esa aparente contradicción y entender ese galimatías de sí, pero no. Nuestros técnicos, expertos “objetivos”, explicaron que la pobreza monetaria corresponde al ingreso per cápita, que depende de un valor límite, por debajo del cual una persona es definida como pobre. Si aumenta la pobreza monetaria, eso quiere decir que más gente gana ahora por debajo del valor límite; en resumen, hay más pobres. Como eso es muy simple, dicen los “expertos” gubernamentales, se inventaron algo que llamaron la pobreza multidimensional, la cual corresponde a medir 15 indicadores en 5 categorías o dimensiones, que busca saber si la perso
na cuenta con salud, educación y otros servicios, por los cuales no paga, es decir que los recibe del Estado, lo cual al cubrir sus necesidades básicas lo saca de condición de pobreza. No importa la calidad de prestación de los servicios, solo importa que nominalmente los tenga. Si esa medición entre dos períodos muestra menos personas en condición de pobreza, dicen los expertos, muestra buenas políticas estatales. Y eso es lo que está pasando en Colombia.
Dejando aparte que el Gobierno es el ejecutor (arte) y quien mide el “éxito” (y parte) de sus ejecutorias (lo que lleva a esa creatividad), en esa declaración de éxito está la pepa del almendrón. Mientras que la pobreza monetaria disminuye con más empleo formal, producto de un sector productivo creciente, la multidimensional aumenta vía subsidios estatales; la primera es sostenible, la segunda no. El modelo subsidiador, que alcanzó su paroxismo en Venezuela, vuelve a los pobres dependientes de la bondad del Estado, mientras que el productivo da oportunidades a los pobres de no solo salir de la pobreza a base de su esfuerzo, sino avanzar en mejor calidad de vida; el modelo de Estado “dador”, que entrega regalos a cambio de votos, es en el que el gobernante decide quien subsiste y quién no. Pero como este no es un juego de suma cero, la plata para regalitos debe salir de alguna parte, ya que el Estado no crea valor, sino que lo destruye y esa “fuente” son los impuestos directos e indirectos, sobre la mesa o cam
uflados, que, aunque afecten el sector productivo, “hay que cobrarlos” para mantener la “política social”. Cuando la pobreza monetaria aumenta, la multidimensional debe atender más gente, lo que lleva a más impuestos, creando una espiral implosiva que termina reventando el sector productivo. Por eso se requiere reforma tributaria tras reforma tributaria, estructurales o no. Venezuela es solo el modelo extravagante. Aquí vamos por ese camino a paso firme, es lo que muestra el informe del DANE.
Entre el modelo de producción de mercado con un Estado regulador que dé pronta, equitativa y efectiva justicia y el de un Estado omnipresente en la economía destruyendo valor, tan caro a nuestros mamertos, abiertos o camuflados, el régimen colombiano optó por este último, que según nos dicen se estableció en la Constitución de 1991 acompañada por el M-19 y está llegando a su culmen en el acuerdo supraconstitucional entre Santos y las Farc, con base en el “derecho a la paz” de la Constitución del 91. Supongo que el acuerdo con el Eln cerrará el círculo, donde Colombia renuncia a la producción de mercado.
Como se sabe lograr el desarrollo es un camino largo de velocidad sostenida, tipo maratón, que requiere hacer las cosas bien al menos durante medio siglo. Y hacer las cosas bien significa desarrollar infraestructura, una economía de mercado sin monopolios u oligopolios, tener educación de calidad, justicia independiente y despolitizada o desideologizada; eso lleva al aumento del PIB por encima de la media general, que debe mantenerse por décadas. Por eso al club de los países desarrollados es tan pequeño y llegan pocos. El último en llegar fue Japón y está por entrar Corea del Sur. Pero, en cambio, destruir lo logrado es fácil. Argentina, uno de los 10 países más ricos a principios del siglo XX, después de una década de peronismo empezó su descenso al subdesarrollo, donde hoy se encuentra fuertemente afincado. Es el único rico que reversó y está en nuestro subcontinente no por coincidencia.
Lo trágico es que hacia el 2018, de todos los candidatos destapados u ocultos que hoy suenan, ninguno habla de cambiar el modelo y varios buscan “profundizar” el que ellos llaman “modelo popular. El futuro pinta pobre, como lo saben cada vez más pobres en nuestro país. El mamertismo, como a las langostas, nos cocinó a fuego lento, pero nos dio un Nobel y una visita del papa.