El discurso adobado de mentira para engañar y desorientar, se convirtió en recurso recurrente de no pocos dirigentes colombianos. Y no solamente de dirigentes de nivel medio sino de los de alto nivel, aquellos que tienen influencia en la nación por sus funciones relacionadas con el manejo del poder.
La mentira se utiliza como arma estratégica en la política. Es la forma de desorientar, de generar pánico, a fin de pescar con utilidad en ese río revuelto, a expensas de la ingenuidad de sectores de opinión.
En todas las campañas en que se compite por los cargos de elección popular está servida la mentira. En la que animó el plebiscito sobre acuerdo de paz en 2016 fue pan de cada día la narrativa del engaño. La estigmatización a las corrientes progresistas que defendían una solución negociada del conflicto armado se hizo constante acusándolas de abrevar en las fuentes del llamado castrochavismo. El Centro Democrático puso en esa distorsión su mayor empeño hasta doblegar la voluntad de electores desinformados.
Pero los colombianos más tarde entendieron la trampa y en las recientes elecciones no se dejaron llevar a la misma trama. Por eso se despejó el camino a las fuerzas que izaron las banderas del cambio contra el continuismo de un establecimiento cada vez más colapsado.
Las propuestas de seguir en “más de la mismo” quedaron disminuidas, pero no desaparecieron. Todavía cuentan con un remanente que les permite ladrar con la misma intención de espantar las verdades. Todavía tienen senadores como Miguel Uribe Turbay listos a tejer infundios semejantes a los que se lanzan contra la reforma tributaria y otros cambios liderados por el nuevo gobierno. El congresista de marras encabeza la irresponsabilidad de decir mentiras contra todas las evidencias que contrarían su discurso pendenciero.
Enemigos empedernidos de todo cuanto busque corregir el equivocado rumbo de la nación para garantizarles a los colombianos condiciones de vida con justicia social, los que militan en la nueva oposición no descansarán en el empeño de desacreditar todo cuanto tienda a dar cumplimiento a las propuestas de cambio. Para ellos nada será bueno y lo que puedan torpedear no escatimarán lo que sea para logarlo.
A esa actitud de perversión contra los colombianos que demandan soluciones concretas a tantos problemas acumulados, hay que salirle al paso en forma militante a fin de impedir que la historia se paralice. Es necesario dar la lucha democrática por la consolidación de la paz, la erradicación de la pobreza, el desarrollo productivo del campo, el desmonte de la corrupción y todos los demás avances ya previstos para que Colombia sea una potencia de la vida y donde la dignidad se convierta en costumbre.
Las voces de oposición al cambio van a continuar. Todas las reformas serán tachadas de equivocadas y se sostendrá la insistencia de que el país está siendo arrastrado al abismo. Hay que estar listos para demostrar lo contrario. Se trata es de sobrepasar tantas adversidades colectivas y demostrar que la democracia no es para más frustraciones sino para que la existencia alcance la plenitud en bienestar.
Puntada
La reapertura de la frontera o su reconstrucción no puede perder intensidad. Hay que ponerle dinámica suficiente y confianza recíproca.
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