Una de las maneras que tiene una persona de perder en una negociación, o en una discusión, es que se deje llevar al campo del adversario, donde él pone las reglas. Eso es lo que hizo el gobierno del Nobel, quien, en el marco de un proceso de paz, contrario a la mayoría popular que lo votó en contra, nos impuso la versión marxistoide de la historia. Y digo marxistoide, porque el desarrollo del pensamiento marxista que se enmarca en una larga tradición filosófica alemana, con sus raíces y demonios, valida en parte para el momento histórico en que se desarrolló, se ha convertido en América Latina en una religión basada en dogmas de fe, abandonando toda racionalidad. Entre los dogmas, creados hace siglo y medio, e inmóviles en el devenir histórico está la lucha de clases, la dictadura del proletariado que lleva a partido único, el mercado como enemigo, el derecho popular al levantamiento contra estados burgueses y/u oligárquicos, la economía centralizada, y claro la explicación de la historia sólo a la luz de esos dogmas. Los socialistas latinos son lo más parecido al Opus Dei de la iglesia católica. Ese conjunto de dogmas marxistoides se validó en el acuerdo de la Habana, y se materializó en entes como la Comisión de la Verdad, hoy presidida por un sacerdote católico jesuita, el padre De Roux, quien tiene la misión de a la luz de los dogmas mencionados, re-definir la historia de Colombia; el Centro de Memoria Histórica dedicada a las víctimas del conflicto político, dogma colombiano que justificó al Nobel a darle a una banda de crimen organizado el carácter de estado enfrentado en igualdad de condiciones al estado colombiano, porque su nuevo director está siendo acribillado en los medios porque no reconoce la existencia de un conflicto político armado en Colombia, condición sine qua non, dicen nuestros analistas izquierdistas, para dirigir el ente; y claro, la JEP, la justicia que corresponde a esa visión, donde los victimarios se convertirán en víctimas. Pues ese dogma del conflicto político armado que salió de la Habana, dicen los izquierdistas, ya es una obligación legal, moral, y como no, de delito penal sobre quien lo niegue en caso que suban a la presidencia un Petro o una Claudia López, que todo colombiano debe repetir, respetar y defender, incluso los del NO. La verdad oficial saldrá de la Comisión de la Verdad, y la voz del padre De Roux será Vox Dei, que después pedirán se lleve a los colegios para concientizar a nuestros niños en la visión socialista del mundo, lo cual harán con gusto los sindicatos de maestros militantes izquierdistas. Así actúan los estados socialistas en el mundo, y después que capturan un país se ocultan detrás de la libre determinación de los estados para impedir que sus pueblos regresen a la democracia. Se acabó la discusión, llegó la verdad oficial, como diría Hugo Chávez.
Los argumentos de nuestros mamertos, que afortunadamente aún no tienen el poder, es que el conflicto armado ya fue aceptado por un gobierno en Colombia, y por eso todos los que vengan después lo deben aceptar, que negar el conflicto interno es retroceder en la historia, y que el mundo nos va a tratar como parias si no cumplimos, citando como ejemplo los reparos que han hecho en particular dos estados europeos a la posición del gobierno Duque de no reconocer los protocolos con el eln. Estos son Austria y Noruega, quienes fueron los que inventaron al fin de la Segunda Guerra Mundial la tesis de convertir los victimarios en víctimas, que fue lo que les válido a las farc el acuerdo del megalómano Santos. Esos dos estados, quienes actuaron en pro de la Alemania nazi con un fervor incluso mayor al de los alemanes, como lo atestiguan las atrocidades de la división nibelunga de las SS, formada por escandinavos a excepción de los daneses, al acabar la guerra se declararon víctimas, y eso se les aceptó, por la situación geopolítica creada con el inicio de la guerra fría. Los asesinos de la segunda guerra mundial fueron después destacados y cínicos ciudadanos austriacos y noruegos.
Pero lo grave es que esto esconde la discusión sobre un régimen que ha sido históricamente excluyente, y válida la tesis que el único camino para salir de él, es el socialismo. Este régimen, basado en una economía extractiva y monopolística, un modelo político centralista y excluyente, un abandono de las regiones fuera del área andina, acepta con mayor facilidad “algo” de visión socialistoide, mientras se deje incólume al régimen, para lo cual cuenta con unas cortes dispuestas a dar desarrollo a esa visión y encajarla en el régimen. Es el juego de la ruleta rusa. Pero quienes pedimos más desarrollo de una verdadera democracia liberal basada sobre todo en la duda metódica y el método científico, que no cree en dogmas en asuntos humanos, que exige descentralización del estado, una juridicidad propia de un estado democrático real y de economía de mercado, que exigimos más institucionalidad y menos “beneméritos”, sólo somos unos opositores a la “paz”, cuando no “lacayos del imperialismo”. Después preguntan porque les dicen mamertos.
Cuando una persona, y más una sociedad, abandona la racionalidad y se entrega a fundamentalismos dogmáticos, es sólo cuestión de tiempo que termine en un modelo de estado autoritario, en este caso de izquierda, donde pensar contrario, e incluso pensar, está prohibido. Por muchos años a los católicos les estuvo prohibido leer la biblia y sólo debían seguir las instrucciones del Sumo Pontífice, so pena de excomunión. Hoy nuestro mamertismo está dispuesto a excomulgar a cuantos piensen que en Colombia no hay un conflicto armado, sino bandas de crimen organizado escondidas en sitios de difícil geografía con estado ausente. Y los demócratas, estamos dispuestos a no permitir que esta visión irracional de la “verdad” se tomé el país, así nos declaré herejes el padre De Roux, aun sabiendo que para los fundamentalistas es más grave ser hereje que no creyente.