Sin lugar a dudas Colombia se está dando el lujo de producir los peores bandidos, que son capaces de cometer delitos que le ponen el cuero de gallina al mismísimo diablo.
Todos los días sabemos de las ‘’hazañas’’ de personajes que avergüenzan a los protagonistas de las peores páginas rojas de los periódicos, de esas que han estremecido al país a pesar de que, desde el famoso Bogotazo, estamos acostumbrados a lo peor, a ver pasar la muerte por las calles, como si se tratara del policía que en tiempos de mi lejana juventud nos cuidaba y respondía por la tranquilidad de los vecinos.
No hay delito que nos haga doblar la página roja del periódico. Ya no nos asusta el doctor Mata, que desaparecía a sus candorosos clientes en apartado páramo, ni el marido de Teresita la descuartizada, ni los asesinos de antaño cuyas actuaciones producían titulares de prensa y hacían gritar por las calles a los vendedores de periódicos. No. Los viejos hampones son monjitas de la caridad si se comparan con los bandidos del siglo XXI, que saquean las tesorerías departamentales y municipales, se robaron los trenes que recorrían el país de norte a sur y desaparecieron los dineros oficiales en el cubilete mágico de los deshonestos, quienes construyeron puentes donde no hay ríos y saquearon sistemáticamente los departamentos y los pueblos. No dejaron títere con cabeza y no se escaparon ni siquiera los organismos de seguridad que dedicaron parte de sus recursos a espiar a los críticos del gobierno.
La inmoralidad nacional ha producido resultados absurdos, el mayor de ellos el saqueo de los recursos destinados a la comida de los niños en edad escolar. Se ha denunciado, con pruebas en mano, que algunos sinvergüenzas se apoderan de los contratos de alimentación y suministran a los niños ‘’apetitoso’’ menú, consistente en una fruta dañada y un huevo, que deben rotar entre todos para permitirle al contratista de turno tomar fotografías que muestran a un niño con un patacón y una migaja de pollo.
Pero eso no es lo peor. En ocasiones no se les da nada a los niños pero se le cobran los alimentos al gobierno. En siete departamentos de la costa caribe las pérdidas de recursos para la alimentación escolar suman $ 12.745 millones. Un factor explica en algo la causa de este ‘’carrusel’’ de corrupción: ocho de cada diez contratos se entregan ‘’a dedo’’, según denuncia la Contraloría General. Hay firmas que solo necesitan cambiar de nombre para recibir millonarios contratos, que no tienen supervisión oficial, ni deben demostrar la existencia de equipos como neveras y estufas industriales. Hay sitios donde los niños deben sentarse en el suelo, pues no se cuenta con comedores. Tampoco hay vajillas, ni cubiertos, ni mesas. Es un desorden total, falta todo. Se han revelado nombres de algunos de los bandidos, cuyos padrinos son obvios: deben ser políticos locales y nacionales, lo que explica que no se haya presentado el lógico proyecto de ley, que le ponga freno al negocio de los almuerzos. Ahora al gobierno le corresponde acabar el millonario robo de recursos que deberían servir para alimentar bien a nuestros niños. En unos pocos contratos, según la ministra Gina Parody, se gastó medio billón de pesos que fueron a parar a los bolsillos de un carrusel de contratistas. Ojalá algún día haya un buen menú en las escuelas, pero lo dudo. GPT