Un tema de enorme sensibilidad en Colombia es el relacionado con las delimitaciones de área que se deben definir para las zonas ambientales que tienen que estar sujetas a instrumentos especiales de protección y de conservación.
En medio de las polémicas que ellas suscitan, suelen surgir protestas, unas relacionadas con el poco alcance de las medidas y otras por el exceso en la definición de las mismas. En todo caso, la propia ley establece instrumentos de concertación que deben ponerse en práctica para conciliar intereses, pues de un lado están los que tienen pretensiones sobre el uso de la tierra, bien en fines agrícolas o ganaderos, así como de exploración minera, y de otro quienes definitivamente aspiran a que esos ecosistemas cumplan con su fin ecológico que les permita estar acorde con las expectativas ambientales.
En todo caso, considero que en Colombia falta mucho por avanzar en el tema, pues todos los ecosistemas deben estar claramente definidos, y hasta ahora solo están aquellos de especial importancia como los páramos y parques naturales. Pero lo cierto es que cualquier río, quebrada, lago o laguna; cualquier área de bosque o nacimiento de agua, debe tener muy claramente definida su área de protección, para que la comunidad sepa qué tiene, y fuera de eso se le enseñe a su cuidado y protección, una vez asimilen el significado.
Ante estas indefiniciones es que los ávidos de tierra suelen aprovecharse para quitarle espacio a las lagunas y ríos, y vienen después las lamentaciones cuando esos mismos ecosistemas tratan de recuperar su dimensión original, cada vez que ocurre un invierno, generándose el desastre con graves consecuencias. Y ni hablar de los avivatos de la minería, cuando quieren aprovechar esa falta de definición para explotar toda clase de materiales, atropellando de paso el medio ambiente y dejando sin posibilidades de vida a las regiones afectadas.
Si hacemos un inventario de las áreas desprotegidas en este país, encontraremos que la lista sería interminable, pues son casi todas, y están a la vista, con las consecuencias terribles y dolorosas sobre el medio ambiente.
A todo esto se suma la falta de educación en las zonas rurales, pues el no estar educando permanentemente a las comunidades, hace que su modo de vida no sienta que muchas de sus acciones atropellan el medio ambiente y van acabando con los recursos disponibles: las quemas en los campos son pan de cada día, en donde se genera un efecto de destrucción de la tierra y de contaminación del medio ambiente, y la recolección de leña para uso en las cocinas es otro factor altamente perturbador, pues los bosques permanentemente cercenados.
El ministerio del Medio Ambiente requiere multiplicar sus recursos para estos objetivos, y a las corporaciones autónomas les urge una reforma para que las aparte definitivamente de la politiquería, el clientelismo y la corrupción que a muchas tanto las afecta.