Desde hace unos meses hemos observado en varias ciudades del mundo movimientos ciudadanos que dicen representar intereses de la comunidad, en donde pretenden defender ciertos principios que ellos llaman de dignidad y de verdadera memoria histórica, en donde han resuelto derribar estatuas por considerarlas indignas a ciertos preceptos.
Las estatuas han sido siempre una muestra del significado de la historia, para bien o para mal, y los parques y avenidas de todas las ciudades importantes del mundo recrean a sus habitantes y turistas con toda clase de monumentos alegóricos; la mayoría de los líderes políticos del mundo siempre han aspirado al tributo del bronce para inmortalizarse. Muchos no esperan a su fallecimiento para que sea la comunidad la que rinda ese homenaje, sino que deciden anticiparse y ellos mismos ordenan bustos y obras escultóricas de cuerpo entero, para comprobar en vida esa consagración eterna, para la vanidad de los protagonistas.
Tal vez los países comunistas como Rusia y China, son los mas adictos a estas prácticas y quienes han liderado el partido comunista, tienen sitio en todos los lugares públicos, con enormes estatuas para pretender exagerar la grandeza.
Presidentes, monarcas y dictadores, y en nuestro caso hasta los reyes vallenatos, añoran esa exaltación, que ahora controvierten los llamados defensores de la dignidad y la memoria. Ni siquiera el gran Cristóbal Colón se ha salvado de ese escrutinio y sus estatuas han sido derribadas y destruidas en varias ciudades importantes.
El examen ha ido hasta las épocas mas pretéritas, para establecer si sus familias tenían esclavos o no, para condenarlos por esa práctica, desde luego reprochable, pero en el contexto de la época otras eran las circunstancias del entorno, que en este caso no se analizan. Bolívar, el libertador de cinco naciones, por ejemplo, fue criado entre esclavos, pues su familia, así como todos los terratenientes de Caracas los tenían, como los tenía también la familia del general Mosquera.
Aquí no se está mirando el contexto, sino a rajatablas un parámetro que señala con un dedo despiadado quién va a suelo y quién queda en pie. Churchill, que libró a Europa y al mundo del nacismo, no se ha escapado a estos escrutadores.
Tal vez haya sido esta la razón de Fidel Castro, que después de mas de 50 años de posar como dictador y de promover un gobierno excluyente y represivo, decidió al final de sus días que no se le fuera a erigir ninguna estatua y solo debía colocarse una palabra en la piedra de su sepulcro “Fidel”. Seguramente alcanzó a prever el juicio de la historia cuando las circunstancias cambien en la isla y vengan gobiernos democráticos, incluyentes y respetuosos de la diversidad política y de los derechos humanos, en donde unas libertades amplias permitan hacer el juicio para la historia.