Hace años, cuando las fuerzas irregulares sembraron pánico en nuestra ciudad, hicieron detonar artefactos explosivos en oficinas públicas, uno de los organismos de seguridad de la época, instaló vallas en la intersección de la Diagonal Santander con Avenida Gran Colombia.
Es decir que impedía el paso frente a sus instalaciones, donde hoy se encuentra un centro comercial, desde las 6 p.m. hasta las 5 a.m. del día siguiente, con el débil argumento que era por seguridad, pese a que pertenecían al grupo de inteligencia de nuestra querida institución.
Debido a que consideré la actuación además de exagerada, injusta, decidí escribir una columna en la que con palabras más o menos le decía al oficial de mayor rango, de la Policía Nacional, que su actuación molestaba a la ciudadanía y lo más grave era que dicha decisión, abriría la puerta para que las Juntas de Acción Comunal, cerraran las vías de acceso a sus barrios, por los mismos motivos que invocaban los uniformados. A los pocos días, ordenaron el retiro de vallas y así se restauró la movilidad en el sector.
Inicié la columna con ese precedente, puesto que con mucha preocupación observo que la historia se repite con diferente actor, pero con el mismo perjudicado: la ciudadanía.
El alcalde Yáñez es una persona mesurada, con amplia experiencia de vida y comercial, pero en lo público está dejando una estela de confusión y duda que así quieran disimular sus seguidores, es bastante evidente.
Mandar a instalar vallas para impedir el paso vehicular en el corazón de la ciudad, no es una prueba de manejo público sino una medida improvisada que acusa serias debilidades tales como la fragilidad económica de los comerciantes, reducida capacidad de reacción frente al derecho a la protesta y el blindaje de un edificio público, cuyos residentes actúan tímidamente frente a los compromisos adquiridos en campaña.
A la fecha no entiendo el mensaje al cerrar algunas vías arterias céntricas, puesto que, si el problema son los migrantes, ellos pasarán la noche en ese o en otro lugar de la ciudad y evitar que ingresen al Parque Santander, no arregla ese problema.
Si se trata de vendedores ambulantes, a ellos se le pintó un panorama antes de la pandemia, y luego se ha venido diluyendo en franco silencio, así las humildes personas que viven del diario rebusque, profundicen su crítica situación.
Es indudable que el alcalde quiere iniciar una nueva visión de ciudad, aspecto que debemos apoyar y aplaudir, pero considero que los líderes de los barrios más afectados por la delincuencia, pueden por los mismos motivos, instalar vallas para el control de todo tipo de vehículos, en un afán de ser escuchados por las diferentes autoridades ante la elevada crisis de inseguridad.
Concluyo que, ante un debate de control político por parte del Concejo Municipal, es muy probable que los responsables de esa “estrategia de seguridad” no salgan bien librados y por eso sugiero que retiren las vallas que solo han generado discordia y permita normalidad comercial y vial en el perímetro cercado.