La situación de la leche, difícil en el país y crítica en el suroccidente, por la salida de Alpina del Cauca y de La Alquería de Nariño, nos lleva al tema de la estructura minifundista de la producción lechera y al de su sensibilidad frente a la violencia y las situaciones de crisis.
En Cauca, según las cifras de vacunación, 18 mil productores suman 228.737 animales, con promedio de 12 por ganadero, mientras en Nariño, con 35 mil productores, el promedio es de 8 animales, pero como no todas las vacas están en ordeño al mismo tiempo, con la producción de 3 o 4 se debe vivir y asumir costos, algo difícil cuando los precios caen o no se vende la leche.
Esa situación se ve agravada por otros factores. Alpina se vio forzada a suspender el acopio en Cauca por la violencia de indígenas ideologizados y de grupos ilegales por el control territorial del narcotráfico, mientras La Alquería salió de Nariño por la violencia, las deficientes vías terciarias y los sobrecostos por el colapso de la Panamericana, aún sin solución.
No se trata, entonces, del ejercicio estéril de las responsabilidades, sino de entender la relación entre minifundio lechero y pobreza; entre pobreza y violencia y, por ende, de comprender la importancia de la producción lechera para la paz en muchas regiones y en estos departamentos en particular. Se trata de entender la racionalidad empresarial, pero también de acudir a la Responsabilidad Social Empresarial y a la solidaridad como factores de paz.
Ahora bien, estamos frente a una problemática estructural de la cadena láctea. El país produce más de 7.000 millones de litros al año a partir de una lechería minifundista. La industria formal acopia la mitad y el resto se coloca en la informalidad, lo cual le da a la industria una posición dominante, agravada por importaciones crecientes.
Por ello es necesario romper esas disfunciones estructurales, pues se trata de la supervivencia de más de 554 mil productores en todo el país. Además de la revisión de los TLC con Estados Unidos y la Unión Europea, algunas propuestas de Fedegán se ventilan como soluciones: incorporación de la leche en el PAE y las compras públicas; prohibición progresiva de la distribución de leche cruda, subsidio a productos de bajo costo para sectores vulnerables, control de precios a los insumos y vías que disminuyan el costo del acopio.
A todas estas opciones debemos sumarle factores de cambio no menos importantes: la ASOCIATIVIDAD promovida por el Estado, el crédito de fomento y la asistencia técnica, para que esos pequeños productores no queden solos frente a los mercados.
Son transformaciones que afectan positivamente la realidad rural y que son otro nombre para la paz, que se puede firmar en una mesa, pero solo se construye con decisiones de política pública y con la participación de toda la sociedad y del sector privado, como parte de la solución y no del problema.