Desde hace varios años, personas de diferentes edades y ambos géneros, derivan su sustento diario, por medio de las monedas que reciben cuando estos lanzan una sustancia jabonosa al panorámico del automotor y luego escurren el exceso de agua.
Inicialmente, eran unas pocas personas que escogían los cruces semaforizados para realizar la actividad y poco a poco el número fue creciendo hasta el punto que aprovechando que aún no se ha controlado eficazmente la semaforización, se lanzan con botella en mano a prestar el obligado servicio, si es que así puede llamarse tan incómoda práctica.
Ellos, seleccionan habilidosamente el vehículo objetivo, conocedores que con los conductores de taxi, deben ser prudentes, pero si la persona que está frente al volante es una mujer, la intimidan fácilmente con sus gestos y a la afectada le quedan dos opciones a saber: la primera, ignorarlo y no darle dinero.
La segunda, darle dinero y ponerse furiosa consigo misma ante la evidente indefensión.
Es importante anotar, que todas las sustancias que aparentan ser jabón, sea cual fuere su concentración, son los peores enemigos de la pintura y aún más, teniendo en cuenta las altas temperaturas que ofrece nuestra ciudad, de tal manera que una vez seca, existe alta probabilidad de manchas en el techo y el capó principalmente.
Además, si la persona transita por una sola vía, se encuentra con tres y cuatro peajes de limpiavidrios, algunos de ellos extranjeros.
Debo aclarar, que no guardo rencor alguno en contra de los migrantes, pero la verdad sea dicha, un alto porcentaje de los que decidieron quedarse en la ciudad, pertenecen a los estratos más bajos de su país y por lo tanto, están vacacionando a sus anchas porque de autoridad nada.
Desde el pasado gobierno, se han realizado todo tipo de esfuerzos para mitigar la compleja situación de las personas que han abandonado su país por circunstancias conocidas, pero dicho apoyo no puede terminar en una anarquía manejada por pequeños grupos que deciden quiénes están autorizados para la atrevida e incómoda actividad, porque tan solo falta que le limpien los vidrios a las patrullas policiales.
De igual manera, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar en compañía de la Policía de Infancia y Adolescencia, debiera ejercer más vigilancia en los mismos sitios relatados en la columna, puesto que pareciera que el negocio de exponer a menores de edad, aún bebes, es lucrativo y de ser así, no solo seguirán en esa tarea, sino que la divulgarán entre sus conocidos como una estrategia para conseguir dinero sin mayor esfuerzo.
Es hora de que la administración municipal imparta instrucciones sobre el alcance de este tipo de informalidad, puesto que de no ser así, mañana tendremos limpiavidrios abusivos llenos de odio en cada esquina y la ciudadanía pagando lo que no debe.