Me gusta mayo, casi tanto como diciembre. Sólo que en mayo no se puede jugar a los aguinaldos, ni madrugar a misa de 4, ni hacer novenas bailables al niño Dios. Pero de resto todo igual. Fiesta. Alegría. Rumba. Abrazos. Picos.
Para empezar, en mayo celebramos el día de la Pereza. Para disimular lo llamamos Día del Trabajo, pero ese día nadie trabaja. Algunos desfilan, gritan y se enronquecen. Porque ese es su gusto: Gritar. Allá ellos. Los demás prefieren irse de paseo, sancocho al río o a descansar en “la cabaña”. Y un buen número de trabajadores se quedan pereceando en la cama. Sobre todo si hay buena compañía. Este año, sin embargo, el almanaque nos jugó una mala pasada. El mal llamado Día del Trabajo cayó en domingo y se nos juntaron dos descansos. La Ley Emiliani, la de los puentes festivos, ha debido prever esta situación para dar un descanso compensatorio. Pero bueno. Cuando toca, toca.
Luego viene una fiesta religiosa, la de la aparición de la Virgen en Fátima, a tres pastorcitos. Para nosotros, los rezanderos, católicos, apostólicos y romanos, el 13 de mayo es una festividad importante. Con misa y comunión. Recuerdo a las Hijas de María, en Las Mercedes, todas de blanco, puras, intactas, coquetonamente felices, en procesión al pie de la Virgen. Y los muchachos, los de bigotico incipiente y que ya habían cambiado de voz, cerca de ellas, picándoles el ojo para hacerlas sonreír y hasta caer en tentación. “El trece de mayo, la Virgen María…”
Algunos llaman a mayo, el mes de las flores. Aunque la verdad, flores tenemos todos los días, lo que pasa es que se pusieron costosas, y regalar flores ya es un lujo. Aun así, mayo es un mes especial para regalar rosas y orquídeas y lirios y siemprevivas.
Luego viene el día del Maestro. En escuelas, colegios, instituciones educativas, academias, institutos, universidades, liceos, gimnasios, done quiera que haya alguien que enseñe, el 15 de mayo toca hacer celebración. Nada más gratificante que decirle al maestro: “Gracias”. Desde la maestra de preescolar que enseña la m con la a ma y a portarse bien y a no sacarse los mocos con el dedo, es decir, las primeras lecciones de vida, hasta el docente que se las sabe o se las inventa todas en la universidad, todos merecen nuestro reconocimiento. El oficio del que enseña es de los más desagradecidos, a pesar de que cada uno es lo que es, gracias a la labor de sus maestros.
Mi mamá me enseñó a leer, pero los demás maestros que tuve, se dieron la pela para acabar de desasnarme. A ellos los recuerdo en su día, el de san Juan Bautista de la Salle, educador por excelencia.
Pasa el 15 de mayo, y cuando aún el bolsillo no se ha repuesto, se nos viene la fiesta por excelencia: El día de la Madre. Y ahí sí que toca tirar la ventana por la casa. Porque a la hora de la verdad, resultan varias madres, a las que también toca agasajar, empezando por la suegra (dizque mamá política), y a las tías, las cuñadas, la mamacita secreta, la mamá señora, las nonas. Son muchas las que se pegan a la celebración. De modo que aquello de que “madre sólo hay una”, es absolutamente falso cuando se trata del día de las madres, por aquello del regalito.
Pero este mayo se nos vino con elecciones presidenciales. El 29 de mayo o salvamos a Colombia o nos lleva el mismísimo Patas. ¡Virgen del Agarradero!
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