También en medicina, como en todas las actividades de la vida, muchas veces, lo perfecto, es enemigo de lo bueno, especialmente, en la práctica; lo vemos todos los días y en todas partes.
Conocemos el caso de un campesino pobre, de provincia alejada de la capital, quien sintió quebrantos de salud, y decidió venir a la ciudad, en busca de ella, y por consejo de familiares y amigos, acudió a un bien catalogado especialista, para lo cual, partió el marranito de que tanto habla y con frecuencia, un buen amigo, de intelectuales actividades.
El paciente y noble contertulio, acudió al mejor y más costoso de honorarios, en su afán de ver restablecida su salud, a la mayor brevedad; pagó por adelantado, como es costumbre ahora, en encopetados profesionales de otras latitudes, tal vez profesores universitarios, perdidos en modestas provincias, donde probablemente, no deben estar, perdiendo su precioso tiempo y ocasionalmente, algo de su valiosa calificación.
El eminente profesional, especialista de escuela universitaria capitalina, ordenó al campesinito, varios exámenes cotosos, antes que darle algún tratamiento para alivio de sus males, quien se sintió defraudado, pues esperaba recibir alguna formulación para su mejoría, así fuera provisional.
Esta es una ocurrencia diaria, la del paciente, con escasos recursos, que acude a un eminente y costoso profesional, en busca de alivio para sus quebrantos de salud, esperanzado en las enormes capacidades del profesional, en su larga experiencia, en sus bien publicitados títulos, quien en vez de extenderle una fórmula, así sea en forma provisional que le alivie sus dolamas, le ordena una larga, demorada y costosa, serie de exámenes, radiografías, electros, cultivos, endoscopias, pero como lo perfecto es, esperar resultados de exámenes y demás de lo ordenado, se demora todavía, alguna formulación para aliviar sus quebrantos.
Ese es el moderno ejercicio de le profesión de la medicina, apoyada en costosos exámenes, investigaciones, radiografías, cultivos, electros de todo tipo y clase, elementos, que no tuvieron a mano, los pioneros de otras épocas, y que no dejaron de ser tan eminentes, como los más connotados de la historia.
Pero nuestros importantes y sabios profesores, no emiten una formulación, por sencilla que sea, sino va respaldada por una serie de laboratorios, de que antes, carecían los pioneros de la profesión.
Todo lo anterior, configura la imagen, que lo perfecto es, lo enemigo de lo bueno, pues por esperar los complementos solicitados, se pierde el tiempo necesario e indispensable para tomar una importante decisión, muchas veces salvadora de una vida en peligro de complicación, y a la larga, de muerte.