Pensando en un tema para tratar en esta columna, me convencí que este país y su vecino Venezuela, caminan sobre una banda estática. Eso lleva a que los columnistas terminemos repitiéndonos a nosotros mismos y haciéndose pesado a sus lectores. Todos caímos en la misma trampa, donde el gobierno se come todo. Proceso de paz, corrupción, elecciones, daño institucional e impunidad son y han sido los temas obsesivos en Colombia, en el gobierno Gaviria con Pablo Escobar, en el de Samper, en el de Pastrana con el Caguán, en el de Uribe con las AUC y podemos seguir hacia atrás, tanto como es previsible hacia adelante. Chávez o Maduro o El Aissami y sus cortesanos, el cartel de los soles, la división de la oposición, la desaparición del Estado son los temas que una y otra vez tratamos sobre Venezuela. Es el Estado que se autojustifica como centro de la nación en nombre del pueblo, de la paz o de cualquier cosa que no respete la Constitución. Y los columnistas, en su mayoría defienden el modelito y otros lo atacamos, pero siempre sobre los mismos temas. Es como en las malas novelas de televisión: largas, pero no avanzan. El subdesarrollo se refleja en estancamiento. No tenía razón Lucho Garzón cuando decía que cinco minutos en Colombia son años en Suiza. Lo que pasa es que suceden muchas cosas en cinco minutos, pero siempre las mismas cosas. Escenario igual, actores distintos.
Y eso me hizo pensar en dos variables esenciales y ligadas entre sí, que nunca se tratan en Colombia porque son del modelo contrario al del estatismo, que en Colombia se conoce como Estado Social de Derecho.
El primero es que de todos los derechos que “protege” el estatismo, el único que no se trata es el derecho al desarrollo, que logra reducir la pobreza de manera sostenible, mientras que el estatismo los llena de “subsidios” para que sigan existiendo y justificando el actual modelo colombo-venezolano. El segundo es la variable tiempo en los proyectos de infraestructura. Aquí el tiempo no es dinero, no es nada.
En la declaración de Paris, donde todos los países aceptaron limitar las emisiones de gases de efecto invernadero, con el objeto de limitar el calentamiento global, el eje es el derecho al desarrollo y que este sea sostenible, lo que significa no basarlo en la destrucción del ambiente o en degradar la vida social. Y el desarrollo es económico, ganancia de riqueza, por lo que el modelo de producción es el que lo define. Una infraestructura completa y resiliente, la intención de tener un mercado competitivo, una institucionalidad apropiada que se corresponde con un estado pequeño y buen regulador que imparte justicia pronta y equitativa, son los factores que llevan a lograr una base productiva sólida de bienes y servicios, creándose riqueza que el mismo Estado distribuye con equidad. Hoy, la generación de riqueza más extendida es una producción de mercado con un Estado de democracia liberal, aunque esto último no es una condición como lo muestra la China comunista, como si lo es la economía de mercado.
Por su parte, donde se crea riqueza el tiempo es la variable central. En los sistemas integrados de transporte masivo metropolitanos del mundo desarrollado, su indicador central es el tiempo que una persona se tarda en el sistema en recorrer los dos puntos más extremos del área urbana. De treinta a cuarenta y cinco minutos es usualmente el rango aceptable; por encima de él se revisa el sistema. Transmilenio en Bogotá es la negación de esto, pero se justifica en el “castigo” a los ricos que tienen carro que se demoran más, o en la defensa de un ambiente al que no lo afecta el desarrollo sino el subdesarrollo. El ambientalismo, en gran parte, es hoy el escondite de los seguidores de la ideología que todo lo adjudica a la lucha de clases, que nació en el siglo XIX.
Un modelo extractivo en lo económico con un ambiente social infectado de lucha de clases, hace que el desarrollo sea un imposible y que el tiempo, como variable muerta, solo sirve para mantener el subdesarrollo. Hablaremos de los candidatos a la presidencia del 2018, pero no de un modelo de desarrollo; tal vez de como “fortalecer” al estado, fiscal y burocráticamente en el marco del posconflicto “virtual”, no del real, que es como romper el conflicto con el subdesarrollo.