La consolidación de la paz en el país tomará su tiempo, será difícil, como lo muestra lo sucedido el jueves pasado en una de las sesiones del congreso cuando los representantes del Centro Democrático se percataron que estaba presente Jesús Santrich, el exguerrillero de las Farc, a quien lo increparon dos congresistas antes de hablar “Asesino, asesino, ustedes mataron a mi hermano. Antes de hablar paguen por los crímenes de guerra que cometieron….”.
Con los 10 congresistas que por derecho propio tendrá la guerrilla a partir de junio del próximo año se avecinan tiempos tormentosos en el poder legislativo.
La implementación de la paz tardará mucho, seguirá teniendo enemigos y uno de ellos, son los odios que aún persisten. Cerrar las heridas de un conflicto tan profundo no será fácil.
Lo que sucedió en Tumaco es una prueba de los episodios que podrán seguir presentándose en varias regiones del país.
Lo sucedido allí muestra la gran debilidad del proceso de paz, la falta de cálculo del gobierno al no haberse tomado las zonas dejadas por la guerrilla, y ahí está el resultado, a donde no llega el Estado, llegó la delincuencia común, las bandas criminales.
Mejor no lo pudo decir una campesina de la zona del Caguan ante una reciente visita de una comisión del gobierno para la verificación de los acuerdos de paz: “Doctores, cuándo serán que regresarán los señores de la guerrilla, porque desde que ellos se fueron esto se ha vuelto muy peligroso“.
Sabíamos que íbamos a construir una paz imperfecta, pero no calculamos que fuera a este precio.
En este tema nosotros tenemos nuestros propios desafíos: El Catatumbo y lo que día a día se nos está convirtiendo la zona de la Parada.
Aquí hay muertos todos los días y lo que se ve es un Estado inerme, incapaz de reaccionar, casi que en un papel de triste de espectador ante lo que está sucediendo.
Las peticiones que le formularon las autoridades y los gremios a la cancillería para afrontar la crisis, propuesta al Gobierno a 10 años, suena un poco a más de lo mismo, a lo que ya sabemos cómo terminan estas solicitudes: en nada y peor aún, a un Gobierno que ya va de salida, que no tiene dinero y que por su propia irresponsabilidad afronta una de las crisis fiscales más profundas de muchos años. Luego por ahí no vamos bien.
Nos falta mucho para continuar con la implementación de este proceso de paz.
Quizás la única noticia positiva por estos días vino de la Corte Constitucional, que avaló los acuerdos y estableció que los próximos tres gobiernos no podrán modificar lo ya acordado.
Probablemente el principal enemigo que hoy en día tiene el proceso de paz es la economía, la crisis fiscal del Estado, que no le permite a este último rescatar institucionalmente las zonas del conflicto, y mientras esto suceda, que la paz no tenga ni un peso, seguiremos viendo esta película de horror en donde las bandas criminales tratarán de seguirse tomando Tumaco, el Chocó, el Catatumbo y La Parada. Nos falta mucho para terminar la tarea.