Definitivamente Colombia es el país de las noticias sorprendentes. El Ministerio de Hacienda acaba de informar que el presupuesto de regalías de este año, que se había estimado en $24 billones, tendrá que ser adicionado con $10 bollones más, pues esa es la cifra que no se ejecutó en el año anterior.
Lo absurdo nos persigue: todas las dependencias del gobierno quejándose de falta de recursos y de incapacidad para financiar proyectos; el ministerio promoviendo reformas tributarias para obtener más recursos que permitan financiar el gasto y la plata guardada sin gastarse, porque no existió capacidad ejecutora.
Esto hace pensar en la eterna queja de la falta de planeación, en donde no es posible estructurar proyectos, lo que hace que finalmente la plata no se pueda gastar. Pero a su vez, resulta ser un instrumento de corrupción a la orden, pues muchos ordenadores de gasto resuelven contratar arrebatadamente, sin ninguna clase de formalidades y sin criterios técnicos, y ahí es cuando los corruptos encuentran la gran oportunidad de apropiarse de los dineros del erario, sin que sea posible ejercer algún control.
$10 billones ahí quieticos, guardados en los bancos, mientras muchos hospitales no pueden funcionar, mientras las vías de comunicación están en mal estado o no existen; mientras buena parte de la población no puede tener acceso al sector educativo, mientras los servicios públicos son deficientes, y mientras las oportunidades escasean porque no hay inversión, todo eso constituye un verdadero contrasentido por no decir que una afrenta.
Así como deben existir duras sanciones para todos aquellos gobernantes que malgastan el dinero, también deben existir instrumentos sancionatorios para aquellos a quienes los asiste la pereza, la falta de acción frente a las responsabilidades asignadas y la ineficiencia en la gestión.
Todo el desgaste que sufrió el país con la reciente reforma tributaria: la incertidumbre, el apretón para los colombianos, la disminución de la confianza inversionista, con un escenario en donde se espera recaudar $7,1billones, y pensar que ahora han aparecido $10 billones que el Estado no fue capaz de gastar.
Siempre se habla de una reforma a fondo del sistema de regalías: se tramitan normas, se aprueban estatutos, pero la conclusión sigue igual: la desidia, el despilfarro, la corrupción y ahora la incapacidad total para invertir el dinero recaudado.